El punto de partida supone un comienzo para un corredor olímpico, para una relación afectiva incluso para quien emprende un negocio comercial, este punto indica el inicio de algo y desde allí a través de una serie de análisis y explicaciones que muchas veces tienen que ver con los sentimientos se va llevando el proyecto; pero cuando hablamos de política:
¿Cuándo es el momento de hablar del punto de partida?
Llevamos vividos en Argentina el décimo mes de la gestión de un gobierno con luces y sombras —todos los gobiernos lo han tenido— según la lente del observador y el momento histórico que se haya vivido. Pasamos por el DNU 70/2023 “Bases para la Reconstrucción de la Economía Argentina”, nos entretuvieron con la “Ley Bases y Punto de Partida para la Libertad de los Argentinos”, nos enfrentaron con el Veto de la “Ley de la Movilidad Jubilatoria”, marchamos contra el Veto que anula el “Financiamiento Universitario” y en los próximos días comienza el debate de la Ley “Hojarasca” que busca eliminar leyes en desuso.
En estos meses vivimos intensamente debates que sin duda han convulsionado a la Argentina y la montaña rusa de emociones se movió a tan alta velocidad que no permitió que nos demos cuenta de que estamos llegando a un nuevo proceso electoral democrático.
Ahora bien, luego de tanta discusión durante el año, queda tratar de comprender el rompecabezas electoral que se formó luego de la permanente fragmentación que se dio lugar en cada debate. Bloques que se han formado, otros que se han disuelto, la unión y expulsión de diputados y senadores tanto del oficialismo como también en la oposición y un permanente cambio de opiniones, incluso sobre las viejas banderas que se han sostenido dentro del radicalismo, el justicialismo y el PRO.
Esta agitación dentro del histórico entramado político argentino que sacude también a las provincias que en un principio resultó un modo de entretener a la sociedad mientras se tomaron medidas, hoy exige que comience a ordenarse.
Hay un dicho que sostiene que los melones se acomodan con el movimiento, y en este zarandeo podemos encontrar un nuevo punto de partida que pueda ser la creación de nuevos espacios o ideas que pretendan gobernar desde su lugar o sumarse al gobierno nacional. Aquí inicia entonces el camino para una nueva contienda electoral que, aunque se la vea lejos, algunas provincias en seis meses elegirán sus legisladores provinciales y en unos pocos meses más los candidatos nacionales se sumarán a la discusión.
Este nuevo escenario que se pone en marcha más pronto que tarde comienza a ofrecer certezas; Una de ellas es que los partidos históricos no ocuparan el centro de escena, los diálogos entre dirigentes deberán sumar sillas a la mesa si no quieren engrosar el museo de una época que se va y seguramente veremos liderazgos que fueron tapados durante años por las viejas estructuras y las roscas de siempre.
¿Qué melones se suben a la carreta y cuáles esperan el próximo viaje?
Estas elecciones intermedias enfrentan lo nuevo de lo viejo en muchas formas, edades, ideas, negocios, roscas y hasta incluso la continuidad de provincias con un enorme atraso en varios aspectos, sin embargo, el principal enfrentamiento es por quien o quienes serán los nuevos líderes del futuro gobierno provincial y nacional.
Cuando hablamos de elecciones, habitualmente consideramos el cambio de algunos nombres y la actualización de algunas leyes. No obstante, a partir de lo evidente logramos comprobar que no será una elección más la intermedia del año próximo, puesto que en esta oportunidad se producirá el segundo aventón para el cambio de época que es inminente y que de seguro varios actores políticos quieren formar parte mientras otros esperan no ser consumidos por su propia avaricia.
La gran pregunta que deberán responderse quienes detentan los gobiernos provinciales es la conveniencia de aliarse al gobierno nacional o enfrentarlo a riesgo de perder y que el resultado ponga fin a años de gobierno hegemónico, como los casos de Formosa, Santiago del Estero y por supuesto Misiones.
Una alianza con el gobierno nacional exige que incorporen sillas libertarias en sus gobiernos; esto, además de incomodar a quienes temen hacerlo, seguramente también advierten el riesgo que significa cambiar la forma de gobernar.
Esta dicotomía entre una alianza que ponga en riesgo el modo de gobernar y administrar el distrito o la posibilidad de ser derrotados y perder definitivamente el gobierno en 2027 abre un debate sobre la conveniencia de ampliar las bases de gobierno con los opositores que existen en las provincias.
Sin dudarlo, es predecible que quien gobierne este dispuesto a entregar un brazo a cambio de continuar al frente de la provincia, esta entrega a posibles aliados en distritos como misiones resulta difícil de suponer, más aún si traemos al análisis los antecedentes de la compra de dirigentes que al final terminan bailando al compás de Carlos Rovira, y sumando que las viejas estructuras hoy no ocupan un espacio de definición cierta no por la poca importancia sino por él poco o nulo liderazgo en sus filas, quizás por la persecución de alianzas de gobierno o por una ficticia sobriedad opositora.
Entonces, podemos conjeturar que el escenario que enfrenta la política Argentina tiene líderes emergentes apartidarios, partidos desordenados, gobiernos agotados por la falta de recambios y por no engrosar sus filas con dirigentes que cuenten con caudal electoral propio y nuevas ideas. Y, lo más importante, un núcleo de la sociedad que repite con fuerza que el cambio de época llegó, el futuro llegó hace rato y mientras algunos pretenden seguir llamando a los gatos con silbidos, otros, han comprendido que el cambio de época es sin los mismos de siempre.
Alejandro Chini…