La educación en Argentina es motivo de discusión constantemente, y la multiplicidad de actores que intervienen en la cuestión hace que se confundan los problemas con demandas gremiales y las necesidades con caprichos.
La educación fue un tema de discusión, no debate, al menos en los últimos tiempos, en los cuales se esgrime una serie de conjeturas respecto al tema. Algunos sostienen que la problemática radica en los sueldos, otros en la cuestión edilicia o los caminos que conectan la escuela con los centros urbanos, algunos en busca de desviar la discusión incluso han hablado de educación disruptiva, pero…
¿Cuál es el verdadero problema que enfrenta la educación?
Esta semana logró media sanción un polémico proyecto en materia educativa, o más bien, una ley que pone el foco del problema en la presencialidad de los docentes en las aulas. Esta ley, en principio, propone considerar a la educación como bien esencial. Por definición, sabemos que los servicios esenciales son aquellos que buscan la satisfacción de necesidades primarias que, resultan indispensables para garantizar la subsistencia tanto a nivel individual como colectivo.
La interpretación de la realidad para los creadores de la Ley Finocchiaro aparentemente se circunscribe a la dificultad que encuentran los alumnos para completar los 180 días de clases, atribuyendo este complejo análisis a la suma total de paros que realizan los docentes en el marco de huelgas que buscan un reconocimiento económico entre otras demandas ya conocidas por el común de la sociedad.
Nuevamente en la faz del Congreso de la Argentina se pone en discusión problemas que son reconocidos por todos, sin embargo, a juzgar por la continuidad de ellos cada decisión o sanción de nueva Ley es un nuevo apósito que se incorpora a la educación, que al menos trae supuestas mejoras para la sociedad aunque ninguna de ellas atiende el problema de fondo.
Suena al menos curioso presuponer que considerar esencial a la educación traerá consigo una solución, la causa de esta curiosidad se basa en que los que proponen esto, seguramente han pasado por los distintos niveles de formación académica elemental incluso universitaria y que para las personas que los han formado ya consideraron de hecho que la educación es esencial sin necesidad de que alguien o alguna Ley lo indique. Por cuál el problema no radica en la esencialidad del sistema, sino en el sistema en sí mismo.
A la hora de hablar de educación en la Argentina, al menos en los últimos años se pone el foco del problema en los sindicatos, que si bien cuentan con gran responsabilidad, puesto que más allá de sus luchas que en muchas ocasiones son justas, también se vieron sesgadas sus filas dirigenciales por la partidizacion de los gremios volcando su posición sindical a discusiones ajenas a la educación.
Esta partidización, provocó que los debates pasen a un segundo plano y entren en escena la discusión y los enfrentamientos, destacándose principalmente las cuestiones económicas y no, como mencionamos en un principio, los problemas de fondo.
Por otra parte, la solicitud de que ante un proceso de huelga se exija que las escuelas permanezcan abiertas con al menos el 30% de los docentes nos invita a pensar que se está buscando una escuela guardería y no una que forme a los ciudadanos del país. Si bien podría ser una apresurada lectura de la Ley, no está de más recordar que la labor principal de los docentes es educar, formar y nutrir de conocimientos a las personas que en el presente conforman la sociedad y en el futuro serán los próximos profesionales e incluso aquellos que producirán las próximas leyes que el país requerirá.
El otro elemento que habitualmente queda “para después” en el debate de la educación es la alimentación. Es que cuando pensamos en educación únicamente repetimos la urgencia de contar con al menos 180 días de clases, la imperiosa necesidad de que los docentes cobren un sueldo acorde a sus funciones para cumplir con sus obligaciones y desde luego sentirse valorados por el estado empleador, las correspondientes evaluaciones y capacitaciones a los docentes, además de las cuestiones edilicias que requieren una profunda reconfiguración, ya que como ocurre en Misiones el Gobierno Provincial insiste en hablar de educación Star Up, pero los alumnos siguen asistiendo a escuelas rancho en grandes municipios de la provincia. Sin embargo, en ningún momento se expresa que aunque se resuelvan estas demandas aún sigue faltando la más importante, que quienes recibirán la información que provean los docentes no podrán comprenderlas porque en lugar de prestar atención a la clase buscaran la manera de saciar el hambre con el que llegan a la escuela.
Si bien, oímos repetir en los acalorados discursos y distintos enfoques gremiales que la escuela debe proveer la alimentación como si esto fuera lo correcto definitivamente, y con ello indiscutiblemente abonamos la idea de escuela guardería. Claro está que este propósito busca disminuir la falencia que detallo anteriormente ante la falta de alimentación de los alumnos. Por lo cual podemos deducir que cuando se debate la educación en la Argentina no solamente faltan los gremios de la educación sino también los distintos organismos que deben velar por la seguridad de los niños y que hace años se han dedicado a justificar el problema en lugar de encontrar una solución.
La búsqueda de una alternativa que ofrezca restricciones a un problema que se nutre de muchas ausencias, en un país donde sobra la desigualdad y el derecho de admisión expulsa a las familias del sistema, una nueva limitación no promueve ni promoverá jamás la solución definitiva.
Alejandro Chini…