Noviembre es un mes significativo: es cuando se conmemora la fundación de la UNESCO, la organización que, desde 1945, busca fomentar la paz a través de la solidaridad moral e intelectual. UNESCO promueve la educación, la protección del patrimonio cultural y natural, y el avance de la ciencia y la tecnología en pos del bienestar global. Pero, al hablar de educación, vienen a la mente ciertos retos que aún persisten, especialmente en la infancia y en el contexto escolar.
En la práctica psicológica, he observado cómo algunos niños en edad escolar presentan dificultades en habilidades sociales, además de un bajo rendimiento académico. Estos desafíos, después de mucha reflexión y observación en consultorio, tienden a ser más marcados en los niños nacidos en la primera mitad del año. Este patrón podría explicarse, en parte, por el desfasaje entre el calendario académico y el corte de edades que seguimos, un sistema introducido desde el hemisferio norte.
En países del norte, el ciclo escolar inicia en septiembre y termina en junio, por lo que el corte de edades se establece de julio a julio, permitiendo que los niños de cada curso tengan una edad cronológica uniforme. En Argentina, sin embargo, el ciclo escolar va de marzo a diciembre, y el corte de edad se extiende de julio a junio, lo cual provoca una diferencia de hasta seis meses entre compañeros de la misma clase. Esta disparidad puede parecer pequeña, pero en las primeras etapas del desarrollo —donde ingresan niños de tan solo tres y cuatro años—, seis meses representan una diferencia significativa en términos de habilidades cognitivas, sociales y emocionales, como sugiere la teoría de las etapas de desarrollo de Jean Piaget.
Piaget describe cómo el desarrollo infantil progresa por diferentes estadios, son como etapas, desde la sensoriomotora hasta la operativa formal. Cada una implica logros en áreas como el lenguaje, las habilidades motoras, la socialización y la cognición. Para un niño de tres o cuatro años, esos seis meses de diferencia pueden significar estar en una etapa distinta de desarrollo, lo que puede influir en su adaptación y rendimiento escolar; como así también en la construcción de su propia identidad, confianza personal y valía.
Esta diferencia en edades nos invita a reflexionar: ¿qué tan adecuado es seguir prácticas educativas diseñadas para otro contexto geográfico y cultural sin adaptar estas reglas a nuestra realidad? Adaptar el corte de edad al año calendario argentino, de enero a diciembre, podría contribuir a una mayor equidad en las aulas, respetando el ritmo de desarrollo de cada niño y reduciendo las desigualdades en los primeros años de educación.
Maria Selene Bortolotti..