Desde el 10 de diciembre del 2019 en Argentina se anunciaba el inicio de una nueva etapa en materia de gestión política, por aquel entonces no había dirigente político que no aplaudiera a Cristina Kirchner porque lo puso e impuso como candidato a presidente a un viejo conocido del kirchnerismo, Alberto Fernández, aquel día iniciaba el supuesto mandato de “El Moderado”, así lo presentaban al presidente electo en cuanto lugar visitaba.
En plena euforia, algarabía por retornar y tomar las riendas del poder en todo sentido-tanto del Ejecutivo, Legislativo y también teniendo mucho peso e influencia sobre un amplio sector del Poder Judicial-, en sí tanto dirigentes y militantes del peronismo se desgarraban las cuerdas vocales con tal de emitir palabras de elogios y agradecimientos para la ex presidente de la Nación por haberlo seleccionado (Al Alberto).
Cristina Kirchner, que a partir del último mes del 2019 se convirtió con falsa humildad en vicepresidente. Ya que con el paso de los años y de la presidencia del binomio Fernández-Fernández, finalmente se concretó aquello que casi en su totalidad los argentinos estábamos convencidos: “Alberto no manejaba ni el tránsito”, frase muy popular.
Sin embargo, nadie podía osar exterminar la ilusión y el fuego de la esperanza que se encendía en el pecho de todo argentino ante la asunción de un nuevo mandato presidencial- debería ser ley poder soñar y tener lograr que todo mejore ante el inicio de un nuevo mandato, aunque es una pena caer en la realidad del vicio cíclico que tiene una parte importante de la clase y dirigencia política, aquel desenfreno de someter a los argentinos a padecer necesidades, carencias y urgencias de todo tipo. Pero tal vez soñar despiertos hará que esto algún día varíe.
Abrazadas a la percepción de que la brisa de cambio se asomaba y la suerte les tiraba un guiño apostado a pleno a que finalmente la fórmula presidencial que había asumido el poder iba a luchar y a bregar sinceramente por la seguridad de las féminas. Esperanzadas a que a partir de ese momento las estadísticas negativas comenzarían a revertirse, pero al culminar el mandato de los Fernández, las evidencias enrostran y demuestran todo contrario, ya que los casos de mujeres víctimas de violencia de género y femicidios han ido en ascenso.
En 2023 hubo 250 víctimas directas de femicidio, un 10,6% más que en 2022, cuando se registraron 226 casos. En ambos años, las cifras estuvieron por debajo de los valores prepandémicos, cuyo pico fue en 2019 con 260 víctimas directas de femicidio. Estos datos surgen del Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina. Los datos exponen que en la última década en argentina más de 2500 mujeres fueron víctimas de femicidio.
Lo real y concreto es que haciendo honor a aquella frase: “Sin dinero no se hace política”, entonces los Fernández crearon el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de Argentina dependiente del Poder Ejecutivo Nacional el cual estaría a cargo de la política de género del país. Su génesis data desde el 10 de diciembre de 2019, a través del Decreto 7/2019 que modificó la Ley de Ministerios.
A partir de allí el flujo de dinero comenzó a ser la moneda de cambio entre el binomio presidencial y el Ministerio, estrechando lazos comerciales muy profundos, esa relación les aseguraba una agenda un tanto progresista y la conquista de un nutrido grupo de mujeres a las que debían dirigirse empezar a dirigirse de manera más directa e insistentemente con la utilización de conceptos como: empoderamiento, deconstrucción. Claramente la politización se profundizó.
Presupuesto, «convicción» y ayuda para mujer víctimas de violencia de género. Esa era la promesa y la bandera a la que decidió aferrarse el kirchnerismo, demostrando el oportunismo guiado por el interés de cooptar movimientos feministas que hasta aquel entonces se resistían a ser involucrados e identificados con un partido o bandera política.
Durante los cuatro años de mandato de los Fernández: la deconstrucción, el empoderamiento de la mujer, el Estado te escucha, fueron frases que formaron parte indisoluble en el discurso político del oficialismo.
Pero, en fin, la historia de todo cuento fantástico en algún momento llega a su epílogo: y en la actualidad, el ex presidente Alberto Fernández fue imputado por los delitos de lesiones graves doblemente agravadas por el vínculo y por amenazas coactivas luego de la denuncia de la ex primera dama Fabiola Yañez por violencia de género.
Pero la verdadera implosión del castillo de cristal que supieron construir alrededor de los colectivos feministas estos dirigentes, llegó tras escuchar a Cristina Kirchner decir a viva voz y públicamente ante todas las cámaras de televisión: “Yo no soy feminista”.
El peronismo evidentemente se liberará de Alberto Fernández, pero ¿harán lo mismo con Cristina? porque al no reconocerse como feminista, pero al haberlas utilizado como escudo en cada uno de sus discursos, y sumado a la innegable e irrefutable mala y fallida elección a “dedocracia” del supuesto golpeador de Olivos, qué impacto provocarán al armado político de los peronistas con miras a nos sufrir la condena social creciente en las próximas elecciones legislativas del 2025.
Diego Salazar…