A más de 210 años de la revolución de mayo la espiral permanente de la Argentina nos propone discutir temas que ya han sido puestos en valor, cuestionados y han quedado demostrados su necesidad de existir y permanecer; sin embargo, pese a ello seguimos encontrando sectores de la sociedad que eligen repetir el debate.
Uno de los debates que cada tanto toma forma y enfrenta a la sociedad es el que refiere a la Universidad Pública. Este concurrido tema de enfrentamientos con sobrados elementos de un lado y del otro de la línea puede durar tanto como se decida sostener la hipocresía por ambas partes de la sociedad.
Es que mientras algunos con informes que no revisten seriedad en muchas ocasiones fruto de la enorme desacreditación que han recibido las instituciones públicas de control y en otras ocasiones porque son la justificación de años de estafa a los argentinos, brindan un interminable circo de discusiones del tipo reality show para encontrar la mejor chicana que los deposite en un lugar expectante camino a las próximas elecciones.
Este debate se desarrolla con tanto esfuerzo por los representantes de un lado y de otro, que nuevamente las cosas importantes quedan relegadas para otro día, para que alguien lo resuelva o simplemente que siga esperando. Mientras tanto, a la espera de la aprobación en el congreso, o no, del nuevo veto presidencial, se encuentra una sociedad abstraída de la realidad al punto tal que opta sumarse al debate en lugar de cuestionar lo que es realmente importante y urgente solucionar en este país, que es la pobreza. Pobreza evidenciada en datos fríos que ponen en evidencia años de mala gestión, mala administración y exceso de relato que, al menos hasta ahora, se aprecia que esta narrativa muestra su continuidad.
Hace menos de un mes el INDEC ofreció al pueblo argentino un nuevo informe de los datos de los que al menos el kirchnerismo y la renovación prefiere no hablar: la pobreza e indigencia. Estos números no son guarismos para ponernos tristes y seguir llevándola, sino para ocuparnos y dejar de lado las discusiones marketineras que, lejos de resolver el problema, sirven para que el show continúe.
Es impostergable comprender que la pobreza en la argentina supera ampliamente el 50 %, que los valores de indigencia rondan el 20 % y que, mientras se organizan marchas para defender la universidad pública, encontramos que a la convocatoria acuden aquellos que son responsables de estos números alarmantes. Funcionarios nacionales que han ignorado esta realidad en su gestión hace unos años y provinciales o municipales que, escondidos detrás de una bandera común, se repliegan buscando protagonismo. La educación pública se defiende toda, el sistema en su conjunto y no la Universidad únicamente.
El problema no puede ser la Universidad en la Argentina, menos aun cuando que aquel instrumento que iguala a la sociedad ya no puede cumplir su función, esta situación escapa a la casa de estudio, sencillamente porque no se puede aprender con hambre, menos sin contar con la formación académica previa.
En numerosas ocasiones nos enfrentamos a informes que nos muestran estudiantes de primer año de alguna carrera de la facultad que no pueden responder una pregunta por no comprender un texto y los errores ortográficos en su redacción son la carta de presentación de un modelo de administración del estado que ha dedicado mucho tiempo a debates estériles y con un alto contenido ideológico provenientes de la izquierda o de derecha que nada hacen referencia a la cuestión de la pobreza.
Esta realidad no reconoce clases sociales ni tampoco provincias. Misiones cuenta con distintas casas de estudio públicas y privadas donde los alumnos exhiben una notable dificultad en su desarrollo formativo, esta realidad que hemos conocido en distintas entrevistas realizadas a rectores y representantes académicos, nos exige prestar mayor atención a los datos duros de la realidad y abandonar las discusiones partidarias.
Por otro lado, tenemos el anhelo de la responsabilidad fiscal que ofrece un sinfín de futuras alternativas, pero que con la esperanza de suponer que estaremos mejor no alcanza, más aun sabiendo que los alicientes para sobrellevar las malas noticias y los enfrentamientos de una clase política que no cuenta con problemas económicos como los que podemos encontrar en más del 50% de los argentinos no llega y cada vez se pone peor haciendo más dolorosa la dilación.
Seguir debatiendo equilibrio fiscal, y luchando por la gratuidad de las cosas, sin antes reconocer el estado de situación actual solo ofrece un nuevo momento de angustia para las familias que siguen esperando y para los docentes universitarios que se encuentran siendo maestros de escuela antes que docentes del más alto nivel fruto del libertinaje administrativo que las provincias cómplices del kirchnerismo han consolidado durante años al punto tal que aquellos jóvenes que anhelan un estudio de grado terminan abandonándolos, ya que no se adaptan a los niveles superiores por las ausencias en los primeros niveles académicos.
En conclusión el debate que falta no se centra en el equilibrio fiscal ni en la gratuidad de las cosas, sino en cómo lograr que los índices de pobreza que son el eje central de la enorme desigualdad de la argentina tienda a bajar sostenidamente acompañado de un estado presente en lugar de asistente donde el centro de la escena no sea la dialéctica partidaria, sino los consensos básicos para un régimen real de oportunidades.
Alejandro Chini…