Si tuviéramos que definir el estado de situación de la política argentina actual, sería el caos, liderazgos indefinidos e incertidumbre, no por la falta de rumbo, sino por la imprevisibilidad en la que nos sumergió el presidente. En buena hora se han extinguido los todólogos de la política.
El cambio de época que desarrollábamos hace unas semanas es un hecho; ya no existe un espacio que sea igual que hace unos meses, incluso años atrás. Aquellos dirigentes que desfilaban por los canales nacionales y reunían a sus simpatizantes en actos ya no son tan comunes; quizás se hayan recluido en cuarteles de invierno esperando el momento como sagaces zorros o esperando que alguien se acuerde de ellos, habrá que ver si el momento llegara o si el momento simplemente ya paso.
Sucede que en una rara jugada del parlamento argentino, vimos, por un lado, como lo nuevo, o sea los libertarios, planeaban sancionar leyes que significan un enorme gasto para el país en defensa e inteligencia, por el otro, buscando lograr consensos para gestionar una comisión bicameral del control de gastos de la SIDE. Hasta aquí suena como un plan de gobierno, sin embargo, el problema radica en que nuevamente la inocencia les jugó una mala pasada; Por el otro lado, la ambigüedad que pone en evidencia que no alcanza con tener un plan de gobierno, si este no es comunicado apropiadamente o no cuenta con las sociedades adecuadas.
Es que durante varios días y semanas, en un armado, quizás de gran utilidad en el marco de los centros de estudiantes universitarios – sin menospreciar esta notable representación – el gobierno buscó encorsetar la gestión de la bicameral del senado imponiendo un nombre. Nuevamente, ha ignorado la necesidad de fundar acuerdos que, además de lograr sus objetivos, eviten que la clase política y económica del país se sienta en riesgo o bajo la posibilidad de ser investigada con los recursos del estado. Esta impericia por parte de los gestores del fracaso ha logrado que un sujeto de dudosa reputación como lo es el Senador Lousteau logre sellar un acuerdo con quienes están sindicados como responsables del pacto que brindó resguardo a los terroristas iraníes.
Aunque el presidente manifieste su disgusto por estos hechos, es innegable que deposita una desmedida confianza en quien no logra concretar los atributos suficientes de cabildero en un escenario donde conviven todos los intereses que podemos imaginar. Y aquí toma relevancia alguien que cometió el exacto mismo error depositando su gestión en el por entonces Ministro Marcos Peña. En esta analogía, entonces definimos que Santiago Caputo y mencionado Ministro cuentan con el infortunio de la poca audacia en tiempos tormentosos.
En este ensayo desacertado y las demás votaciones que ocurrieron en la semana, tomó un nuevo impulso el expresidente Mauricio Macri. Quien ha demostrado su capacidad actual de brindar apoyo y de quitarle volumen legislativo a Milei, en un sentido, indicando a sus senadores que voten a favor de la reforma previsional que ha producido un esperanzador futuro para los jubilados y pensionados. Aunque el Presidente lo ha hecho desaparecer inmediatamente anunciando el veto de la Ley, ya que atenta contra su plan de gobierno disparando en la línea de flotación que es el déficit cero. En otro sentido, Macri exhortó a sus diputados nacionales a votar en contra de la designación de partidas extraordinarias que tenían como fin aumentar las arcas de los servicios de inteligencia.
Este presente, que se ve antagónico, al menos en el plan de un posible acuerdo entre el mileisismo y el macrismo, se observa como la nueva expresión de la dirigencia argentina. Y en ese sentido, la visualización de la sociedad, la falta de diálogos asertivos que puedan promover un continente donde logren atracar las nuevas ideas queda cada vez más lejos y consigo las esperanzas de un rumbo distinto comienzan a cuestionarse; A menos claro que el diálogo errático sea parte de la estrategia y estemos presenciando la realpolitik, y los nuevos intereses del estado se gesten sobre la base de las enormes disidencias más que en la búsqueda de los iguales.
De esta forma, en un sector del cuadrilátero vemos que el kirchnerismo lentamente se asocia al radicalismo de la mano de Lousteau, al menos mientras los dirigentes del centenario partido no lo cuestionen. En el otro sector encontramos un tortuoso acuerdo que no logra sellarse probablemente por la ausencia de conversadores serios o quizás porque el afán de protagonismo de los M y M haga que el objetivo específico se nuble.
La inquietud que surge ante esta apresurada definición de los actores que al menos hoy están en la cancha y de sus posibles alianzas, es que ya los conocemos y, desde la creación de la alianza en el 1999 y la transversalidad en el 2003, los actores en mayor o menor medida siguen siendo los mismos. La única diferencia con aquellos acuerdos y los posibles nuevos acuerdos, es que la sociedad quiere ser parte y aquellos convenios que buscaron defender una ideología hoy deben configurarse en la defensa de un nuevo modelo de sociedad, en el que quepan todos y la libertad no sea únicamente económica sino de oportunidades.
Para que esta construcción pueda ser posible, es indispensable que aquellos actores que fueron depositados en cuarteles de invierno dejen la oscuridad y logren formar parte de un nuevo contrato social o al menos el trazado preliminar del cambio definitivo, por supuesto que esta incorporación no exige su protagonismo solamente su experiencia.
Alejandro Chini…