Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el domingo 32º durante el año. 10 de noviembre de 2024.
Falta una semana para la peregrinación al Santuario de Loreto. Como realizamos desde hace varios años, el tercer domingo de noviembre, o sea el próximo domingo 17, celebraremos el día de los Santos Mártires de las Misiones, con la peregrinación, la Misa central a las 9 horas y las distintas actividades que se han organizado en Loreto. Por esta razón hemos suspendido todas las Misas del domingo por la mañana significando el acontecimiento que celebramos. Muchos peregrinos irán a pie saliendo de distintos lugares prefijados de la provincia. En Posadas saldrán desde la Parroquia de Fátima el sábado por la tarde, así como desde Alem, y desde Jardín América. También irán en peregrinación centenares de ciclistas y en otras movilidades. Desde Loreto profundizaremos nuestra memoria y lo vivido en la evangelización de la Iglesia en nuestra región de Misiones. La memoria nos permite ganar en identidad y en consistencia para encarar los desafíos pastorales de nuestra época. También Loreto es una expresión de comunión, como familia reunidos junto a los Santos, quienes fueron testigos de la fe, y junto a María de Loreto, la Madre que convoca en su casa.
En esta celebración recordamos la epopeya, muchas veces olvidada, que vivieron estos pueblos. En Loreto se concentra la historia, la grandeza y los sufrimientos de un pueblo que vivió el crecimiento y también la muerte y esclavitud provocada por los bandeirantes portugueses, obligándolos a huir de la región del Guayrá, y a vivir la proeza de bajar por el Paraná de la mano del tan querido P. Antonio Ruiz de Montoya, con miles de indígenas con quienes realizaron la refundación de dichas reducciones en las actuales Loreto y San Ignacio. En nuestro Santuario también tenemos especialmente presente al P. Antonio Ruiz de Montoya, tan querido por sus hijos y hermanos indígenas quienes dieron fiel cumplimiento a su pedido de que sus restos, descansen en Loreto: “No permitan que mis huesos queden entre españoles, aunque muera entre ellos; procuren que vayan donde están los indios mis queridos hijos, que allí donde trabajaron y se molieron han de descansar”. Para cumplir este deseo, un grupo de guaraníes viajó de Loreto hasta Lima para buscar sus restos, los cuales descansan en nuestro Santuario.
Nuestra celebración coincidirá con la VIII Jornada Mundial de los pobres, instituida por el Papa Francisco, que este año lleva por lema: “La oración del pobre sube hasta Dios” (cf. Sir 21,5). En su mensaje para esta jornada, el Papa nos dice que: “La esperanza cristiana abraza también la certeza de que nuestra oración llega hasta la presencia de Dios; pero no cualquier oración: ¡la oración del pobre! Reflexionemos sobre esta Palabra y leámosla en los rostros y en las historias de los pobres que encontramos en nuestras jornadas, de modo que la oración sea camino para entrar en comunión con ellos y compartir su sufrimiento”.
Y solo los pobres y sencillos pueden expresar la sed profunda de Dios que se hace patente en algunas manifestaciones de la piedad popular. La peregrinación, la visita a los santuarios, son una expresión clara de fe de nuestra gente. El Documento de Aparecida señala que en la profunda religiosidad popular aparece el alma de los pueblos latinoamericanos, y constituye el precioso tesoro de la Iglesia Católica en América Latina que hay que promover y proteger. “Esta manera de expresar la fe está presente de diversas formas en todos los sectores sociales, en una multitud que merece nuestro respeto y cariño” (cfr. DA 258). “Entre las expresiones de esta espiritualidad […] destacamos las peregrinaciones, donde se puede reconocer al Pueblo de Dios en camino. Allí el creyente celebra el gozo de sentirse inmerso en medio de tantos hermanos, caminando juntos hacia Dios que los espera. Cristo mismo se hace peregrino, y camina resucitado entre los pobres. La decisión de partir hacia el Santuario ya es una confesión de fe, el caminar es un encuentro de amor. La mirada del peregrino se deposita sobre una imagen que simboliza la ternura y la cercanía de Dios. El amor se detiene, contempla el misterio, lo disfruta en silencio. También se conmueve, derramando toda la carga de su dolor y de sus sueños. La súplica sincera, que fluye confiadamente, es la mejor expresión de un corazón que ha renunciado a la autosuficiencia, reconociendo que solo nada puede. Un breve instante condensa una viva experiencia espiritual” (DA 259).
El próximo 17 de noviembre nos encontraremos en Loreto, celebrando la Memoria de los Mártires de las Misiones, junto a nuestra Madre de Loreto, en su Casa.
Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas.