En algunas oportunidades escuchamos expresiones como: «Es imposible que este hombre cambie«
Seguramente si profundizamos en el fundamento de semejante afirmación podemos captar algunas de sus razones; su historia personal y familiar, un pasado turbulento, la dureza de corazón.
Sin embargo, tenemos que responder categóricamente, que cerrar la posibilidad de cambio o conversión a una persona es un error y por supuesto no es cristiano.
Todo varón y mujer, por más que haya cometido el peor de los delitos o tenga el peor de los pasados, puede convertirse a Dios y cambiar sus actitudes con sus hermanos y esto hasta el último minuto de su vida. El Evangelio de este domingo (Mt 18, 21-35), nos presenta una enseñanza fundamental para los cristianos: el perdón de las ofensas.
Se adelantó Pedro y dijo a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces? Jesús le respondió: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». (Mt 18, 21-22).
Finalmente, el texto bíblico remarca la enseñanza con una parábola donde el Señor nos dice que, así como Dios nos perdona, debemos perdonar a nuestros hermanos.
¿Por qué Dios nos perdona? Simplemente porque Dios es Amor y es misericordioso o sea es capaz de compadecerse de nuestras miserias. Nosotros podemos ser perdonados cuando tenemos la disposición de cambiar, de convertirnos. Así podemos comprender el porqué del Sacramento de la Reconciliación o Confesión, que al igual que los otros Sacramentos: el Bautismo, la Confirmación, el Matrimonio… son expresiones del amor misericordioso de Dios.
Si leemos la parábola de este domingo captaremos rápidamente el mensaje del Señor.
Comprender la misericordia de Dios en nuestra vida nos llama a convertirnos, a tener un corazón misericordioso con nuestros hermanos y a que captemos el perdón que nos pide el Evangelio,
Reflexionar sobre el perdón de las ofensas, la reconciliación y el diálogo en nuestra Patria y en nuestra provincia, así como en la cultura actual no es accidental. Sabemos bien y no es necesario recurrir a datos estadísticos para darnos cuenta del grado de violencia que se da en los distintos niveles de la vida social.
Nos duele la violencia instalada en problemáticas de niñez, adolescencia, juventud, vida familiar, entretenimientos, comunicación social… Es cierto que tendremos que preguntarnos, y más aún, los que tenemos algún tipo de responsabilidad social en el ejercicio de algunas de las formas de poder en la sociedad: ¿Cuál es, el testimonio de diálogo, de respeto mutuo, de perdón social que practicamos?
Lamentablemente lo que se nota es una lucha de poder, a veces despiadada, fragmentación y hasta actitudes de violencia que forman parte de situaciones que pueden acentuar un estilo de vida que, por ser construida en el individualismo, en la mera lucha por espacios de poder, y en la violencia como modo social, pueden generar malos augurios.
Es conveniente resaltar que siempre estamos a tiempo, tanto la dirigencia como nuestras comunidades y organizaciones, pueblos y familias, de cambiar y proponernos algunos valores como la vida, la familia, la solidaridad, el diálogo, la reconciliación y tener como meta la justicia y la paz social. También abundan los buenos ejemplos. Son muchos, pero en general nadie los promueve como modelos culturales.
Sin embargo, se dan, y en el silencio de la cotidianidad son los que construyen en la esperanza.
El perdón del que nos habla el Señor en el Evangelio de este domingo es una maravillosa herramienta que nos puede permitir dialogar en la diversidad sobre temas fundamentales del bien común social.
Les envio un saludo cercano y hasta el próximo Domingo!
Mons. Juan Rubén Martinez, obispo de Posadas