Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el domingo 16º durante el año, para el domingo 21 de julio de 2024.
El 16 de julio se ha celebrado la coronación de la imagen de “Nuestra Señora de Itatí”. En 1615 fue Fray Luis Bolaños quien trajo la imagen de la Pura y limpia Concepción a Itatí y desde allí María, la Virgen, acompaña al nordeste argentino. Tradicionalmente en estos días, desde las distintas provincias de la región se acercaban en peregrinación a ese pequeño pueblo de Itatí, a visitar a su Madre en la Basílica.
En realidad, María siempre acompañó a la Iglesia. Desde su mismo nacimiento, en la mañana de Pentecostés. Ella estuvo junto a los Apóstoles: “todos ellos [los Apóstoles], íntimamente unidos se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la Madre de Jesús…” (Hch 1, 14). Desde los primeros siglos los cristianos veneraban a María con diversas advocaciones ligadas a temas teológicos, como «María, Madre de Dios», proclamada en los primeros siglos, o bien a lugares donde la Iglesia evangelizaba. En América Latina, desde que la fe cristiana llegó a nuestras tierras, María nuestra Madre siempre estuvo presente. Guadalupe en México, Caacupé en Paraguay, Luján en Argentina y en nuestro nordeste, “la de Itatí”.
El texto del Evangelio de este domingo (Mc 6, 30-34) nos muestra al Señor en plena misión, junto a los Apóstoles, y nos señala: “Pues los que iban y venían eran muchos y no les quedaba tiempo ni para comer” (31b) El texto indica un hecho que pasó pero que tiene vigencia y reclama hoy que profundicemos nuestra condición de «discípulos y misioneros». “Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas” (34).
El Espíritu Santo impulsa siempre a su Iglesia, también aquí en América Latina y por lo tanto en nuestra Diócesis. Nos ayuda a experimentar el llamado gozoso de anunciar la Buena Nueva que hemos conocido, a tantos hermanos que necesitan profundizar el encuentro con Jesucristo y asumir los valores que nos enseña el Evangelio.
Nuestro Primer Sínodo Diocesano, asumiendo el Documento de Aparecida nos impulsa a revisarnos y revisar nuestras Parroquias, movimientos, institutos educativos y sectores pastorales, para llegar a tantos que están «como ovejas sin pastor”.
El documento de Aparecida señala que en nuestra misión no partimos de cero, sino de un trabajo que, aún con límites, la Iglesia viene realizando en nuestro continente: “Agradecemos a Dios como discípulos y misioneros porque la mayoría de los latinoamericanos y caribeños están bautizados. La providencia de Dios nos ha confiado el precioso patrimonio de la pertenencia a la Iglesia por el don del bautismo que nos ha hecho miembros del Cuerpo de Cristo, pueblo de Dios peregrino en tierras americanas, desde hace más de quinientos años. Alienta nuestra esperanza la multitud de nuestros niños, los ideales de nuestros jóvenes y el heroísmo de muchas de nuestras familias que, a pesar de las crecientes dificultades, siguen siendo fieles al amor. Agradecemos a Dios la religiosidad de nuestros pueblos que resplandece en la devoción al Cristo sufriente y a su Madre bendita, en la veneración a los Santos con sus fiestas patronales, en el amor al Papa y a los demás pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran familia de Dios que nunca puede ni debe dejar solos o en la miseria a sus propios hijos”. (DA 127).
A nuestra Madre de Itatí, encomendamos nuestra Patria y Provincia, así como el aporte que podamos realizar desde la evangelización y humanización de nuestra cultura.
Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas.