Sin lugar a dudas el escenario político sufrió una implosión prácticamente impensada el 19 de noviembre del año pasado, cuando un “outsider” que venía cumpliendo recién su segundo año como diputado nacional decidió competir en las elecciones presidenciales, llegando al balotaje y ganando sin siquiera tener un partido político conformado o una estructura política detrás que lo respalde.
A partir de aquí todo entró en una suerte de caos político si podríamos definirlo así. Juntos por el Cambio que se presentaba como la principal alternativa de cambio se desgarró automáticamente entre una línea oficialista, ocupando lugares claves del gobierno a través de quien hasta ese momento era la presidente de uno de los partidos que lo conformaban, como el PRO, y otra línea “opositora” encabezada por un sector de la UCR porteña principalmente.
Por otro lado, el peronismo perdió todo eje de liderazgo, con un Sergio Massa que fue el candidato más votado en las elecciones generales, terminó cumpliendo la máxima bilardista “De los segundos no se acuerda nadie”, quien emprendió la lógica de los cuarteles de invierno, propios del peronismo y desapareció momentáneamente de la escena, contrario a lo que se esperaba al ser el líder opositor natural luego de representar a casi la mitad del electorado nacional.
«De los segundos, no se acuerda nadie…» (Carlos Salvador Bilardo, ex DT de la Selección Argentina de Fútbol)
Siendo así, el mapa político quedó en una situación inédita de falta de liderazgos, donde el peronismo en la búsqueda de sobrevivir y readaptarse a la política actual, emprende la búsqueda de su norte interno.
“Si nos organizamos las cosas van a cambiar” fue la frase que usó Cristina Fernández de Kirchner en su última aparición en el Instituto Patria. Cristina, quien retomó su aparición en búsqueda de liderar un peronismo que cada vez la cuestiona más y la acompaña menos. Criticada por sus pares por su intervención en la elección del candidato de su espacio para las elecciones presidenciales, donde el primer elegido era el hijo de la Generación Diezmada, que tuvo una fugaz candidatura que luego fuera descartada por la Jefa para subir a Massa, lo que además sumó a la experiencia de cargar la cruz de la pésima presidencia de Alberto Fernández.
Desde el inicio del mandato de Milei, el mítico partido de las masas perdió la calle, territorio históricamente preferido para las batallas fuera de la gestión, no logrando capitalizar los errores del gobierno, como así tampoco ganarse el apoyo en ciertas batallas que desde Casa Rosada salieron victoriosos, aún con grandes manifestaciones en su contra.
Massa está desaparecido, Cristina no tiene la misma fuerza ni el mismo discurso que antes; Kiciloff, quien pretendía erigirse como el protagonista de la oposición, fue bajado por la ex vicepresidente en su regreso ante el público en Quilmes, por lo que hoy los liderazgos son cuestionados en diversos frentes, tanto internos como externos. Mientras, la sociedad pareciera dejar de ver el atractivo del sello del PJ y desde la dirigencia del partido no logran comprender el fenómeno Milei, que va contra toda la política social que el peronismo históricamente defendió y donde a pesar de las duras políticas fiscales, aún no logran entender el porqué de tanto apoyo social.