“Hoy pareciera que las personas se consumen como si fueran productos”, afirmó Nicolás Aranda, director de Salud Mental de Misiones, en Arriba la Radio. Las redes sociales y las aplicaciones de citas modificaron profundamente las relaciones de pareja, generando vínculos fugaces, hiperexposición y exigencias irreales.
En redes como Tinder o Instagram, las personas se presentan como productos atractivos y deseables. Pero según Aranda, eso genera expectativas muchas veces imposibles: “Se espera que alguien sea serio y aventurero, gracioso pero estable, afectivo pero independiente. Nadie puede cumplir todos esos requisitos a la vez”.
Cuando el ideal no se cumple, aparece la frustración. Y la salida es volver al “mercado”: más matches, más chats, menos profundidad.

Inmediatez y baja tolerancia a la diferencia
“Queremos el ‘te amo ya’. No hay paciencia. Si algo no funciona rápido, se descarta”, describió Aranda. La tolerancia a la diferencia —a que el otro piense distinto, maneje el dinero de otra forma o tenga otra dinámica familiar— es cada vez más baja.
Las relaciones abiertas, las triejas o las nuevas formas de vincularse existen y deben ser respetadas. Pero lo fundamental, señaló, es que haya consenso y claridad. “Si uno no lo sabe, no está bien”, advirtió.
El compromiso como decisión, no como pérdida
Comprometerse implica perder otras opciones, pero también ganar profundidad, estabilidad y crecimiento compartido. “Una pareja no se sostiene porque sí. Requiere inversión afectiva y voluntad diaria”, sostuvo Aranda.
Hoy, sin embargo, muchas personas eligen vínculos casuales como forma de evasión. “No es que esté mal, pero hay que saber qué se busca. El problema es cuando el consumo de personas reemplaza la construcción de relaciones”, afirmó.

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Redes sociales, prejuicio y polarización
La era de la imagen instantánea fomenta el juicio rápido. “Antes en Facebook se escribía más, había lugar para el argumento. Hoy, una foto o una historia bastan para etiquetar”, señaló. Eso también afecta los vínculos: se prejuzga al otro por su ropa, su opinión política o su apariencia.
“La diferencia tratada sin diálogo genera hostilidad. El encuentro real, con palabra, es lo que permite construir”, remarcó.
“No hay que volver al pasado. Pero sí saber qué queremos hoy, qué estamos buscando y qué tipo de vínculos queremos construir”, concluyó Aranda. Acudir a un psicólogo no es una derrota, es una forma de conocerse y crecer.
Te dejamos la entrevista completa con Nicolás Aranda: