El país está viviendo un momento frágil donde la angustia es el sentimiento que gobierna la mente, el corazón y la realidad de millones de argentinos.
Promediando el año 1989, el ministro de economía argentino de aquella época Juan Carlos Pugliese expresó la memorable frase: “Les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo”. Dicho que al día de hoy aplica para comprender la lógica de pensamiento y sentimiento de una gran mayoría de argentinos.
Es evidente que los números y datos son el termómetro que puede jugar un papel fundamental a favor de cualquier gobierno, y que así, de esa manera se logra estrechar una especie de pacto implícito de mayor confianza, entre el gobernante y los habitantes, activando un proceso de esperanza en la sociedad.
Y por el contrario, cuando los índices no son positivos, la angustia, el pesimismo comienza a aflorar desde lo más profundo del ser humano, y más rápido que lento, se exacerban y se van encolerizando la reticencia, el rechazo.
De momento estamos en una instancia nebulosa donde el oficialismo deberá aprender a construir puentes que lo acerquen a comprender las necesidades y urgencias. Y no porque lo manifiesten los propios argentinos sino porque la matemática, que es la piedra filosofal de la economía, a la que pondera el presidente de la Nación. Es esa misma, la que está exponiendo los problemas a resolver.
Hay hechos y circunstancias que van más allá de una ideología política y mediante una buena interpretación de los mismos, reconocerlos e intentarlos propician mejores posibilidad de arribar a una solución, además de facilitar el acercamiento, la comprensión y empatía con personas que piden la resolución de los mismos.
Los números nos hablan a todo momento, y una buena hoja de ruta para resolver problemáticas o conflictos sociales para cualquier gobierno, en este caso para los libertarios de Milei, es prestarle suma atención a esos dígitos y tomar decisiones, aplicando programas y políticas públicas de contención para mejorar o modificar, según el caso lo amerite.
Desde el oficialismo libertario deberán transformar la realidad porque la sociedad tiene la capacidad para comprender y afrontar dificultades, pero jamás entenderá la irracionalidad y los errores infantiles de una dirigencia política que se contradice con los eslogans de campaña, en los que prometían no ser casta y terminar con los beneficios que habían gozado hasta ese momento.
Por eso mismo, actualmente hay indicadores que si le son adversos a un argentino, no suele ser muy considerado y tampoco es una opción aquello de perdonar con facilidad al gobierno, porque tarde o temprano le hará pagar el costo político.
La pobreza, los impuestos, los privilegios que la dirigencia política ostenta y la falta de acceso al consumo de alimentos básicos que forman parte de la identidad nacional, como lo son los cortes cárnicos (asado), estos son algunos de los yerros imperdonables que un “argentino de bien” no indulta.
Algunos de estos argumentos fueron los que influyeron para que Alberto Fernández, dejara en el olvido aquello de una reelección en la presidencia de la Nación, fue el propio Alberto el que había prometido en campaña electoral del 2019, que el asado iba a regresar a las parrillas de los argentinos. Dos años después (2021), Fernández quedó en “off side” y muy lejos de poder cumplir con aquella promesa porque Argentina registró el menor consumo, esto según la serie histórica que desde Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (Ciccra) , el consumo de carne vacuna por habitante cayó en 2020 a 49,7 kilos por mes, y se ubicó como la peor marca desde 1920, cuando el consumo promedio fue de 46,9 kilos. La Ciccra elabora este tipo de datos en base a información del Ministerio de Agricultura de la Nación, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), INDEC y otras fuentes.
Mientras que se estima que el consumo per cápita de carne en Argentina durante el 2023 fue de aproximadamente 87,85 kilogramos. En lo que va del 2024, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), dio a conocer que los precios de la carne vacuna ha aumentado un 10,5% a nivel nacional. Acumulando un alza de 35% en el primer trimestre del 2024 y de 283,2% en los últimos 12 meses por debajo del dato general de la inflación (287,9 % interanual).
Lo real y concreto es que el oficialismo libertario deberá tomar decisiones comprendiendo que mientras los números le sean esquivos, agudizando el padecimiento de la clase media argentina, no podrá ni siquiera atreverse o darse el lujo de generar antipatía, y mucho menos, polémicas como la que se ha engendrado con relación al incremento salarial que ambicionó practicar en el Senado de la Nación.
Hecho que más allá de comprender que no es ilegal, pero que si ha logrado exponer la desconexión, la diferencia y a la distancia que se encuentra un gran sector de la dirigencia política de poder comprender la tortuosa realidad que enfrenta actualmente el pueblo argentino.
Aquellos mismos que hablaron alguna vez de “la década ganada”, son esos mismos que a través de los senadores que representan al kirchnerismo, quienes avanzaron a escondidas, sigilosamente y con la complicidad del oficialismo, para incrementarse los sueldos. De esta manera quedó expuesta que a “La Casta” no está dispuesta a hacer el mismo esfuerzo y mucho menos a pasar necesidades.
Como las que están padeciendo y afectando la salud de nuestros jubilados y pensionados, quienes se ven obligados a reducir el consumo de sus medicamentos para combatir enfermedades, no porque sea una decisión propia, sino porque la acuciante situación económica los lleva a tener que elegir, entre comer o pagar los sus medicamentes.
Por consiguiente, podría decirse que Argentina es un “gran circo”, donde el pueblo vive de rodillas hace décadas recibiendo las miserables migajas que define la elite de políticos que los gobierna. La casta cada vez es más casta.