El mburuvichá de la comunidad Kokuere´i II, intenta gestionar la realización de un pozo perforado para acceder al agua que les permitirá realizar las tareas domésticas diarias. Actualmente deben caminar un kilómetro para abastecerse, pero aseguran que “es un riesgo” tanto para la salud, como para los niños y las mujeres ante “el acecho de acosadores”.
La faltante de agua no es nueva. El cacique Ramón Duarte recordó que hace 7 años reside en un espacio verde, lindante con la avenida Sargento Cabral de San Ignacio a 800 metros del Río Paraná, y desde entonces “no tienen agua”.
En total son 75 personas que integran esta comunidad, entre ellas 47 niños y 28 adultos, quienes para poder abastecerse deben caminar diariamente hacia el río y recolectar el agua en varios recipientes, para beber, cocinar y cubrir otras necesidades.
Duarte, también lamentó que: “Hace tiempo venimos haciendo el reclamo pero no tenemos respuesta. El año pasado entregué la nota en el Instituto Misionero de Agua y Saneamiento (IMAS), falta resolver en la Dirección de Asuntos Guaraníes”.
A lo que agregó, “ahora logré que un amigo nos consiga una bomba, cañería y cables, pero falta que alguien nos ayude a conseguir la máquina para hacer la perforación”.
Un derecho vulnerado que dispara múltiples peligros
La faltante de agua, además de atentar contra la salud de las comunidades, pone en riesgo la integridad física y personal de las mujeres, los niños y adolescentes.
En un audiovisual producido por el Equipo Misiones de Pastoral Aborigen, la joven Kerechu Mirí señaló “El lugar para lavar ropa queda lejos, a veces si voy sola tengo miedo de los juruá porque ese lugar está en una propiedad privada”.
Por su parte, Ara Poty agregó: “Necesitamos agua. Aquí vivimos con nuestra abuela y abuelo y hay muchos niños. A ellos necesariamente debemos llevarlos con nosotras al arroyo. Cuando hace mucho calor lo pasamos muy mal, ¿cómo vamos a ir hasta el lugar donde encontramos agua en esa situación?.
A lo que, Jera Poty añadió: “Aquí no tenemos agua, la traemos de lejos. Cuando llueve tratamos de recogerla en tanques. La falta de agua nos trae sufrimiento y la verdad es que ya no sabemos qué hacer. A veces traemos agua en malas condiciones y los niños se enferman”.
A lo que agregó: “Como somos las mujeres las que más vamos solas a lavar ropa, volvemos bien de tardecita y corremos peligro. Los hombres no indígenas llegan y nos molestan, por eso ya no queremos ir”.
Para finalizar, resaltó: “Una vez nos asustó mucho un zorro porque el caminito está en medio de un tacuaral y nos siguió hasta salir al camino más despejado, ese día nos asustamos mucho”.
La comunidad Jatai Mirí de la cual Jera Poty es miembro, atraviesa la misma problemática. Al respecto, su mburuvichá Lino Brítez, repudió: “Necesitamos agua. De donde nos proveemos queda a mil metros. Pedimos al anterior intendente y al de ahora, igual no nos ayudan. No sabemos qué hacer”.
También resaltaron que en ciertas épocas del año la vertiente tiende a secarse, por lo que deben esperar a que llueva para higienizarse. “El agua es un derecho humano. Exigimos inmediata solución”, exigió.
Fuente: LVM