En un avance que puede ser histórico para el sector yerbatero, el INTA Cerro Azul, está llevando a cabo una investigación que promete revolucionar la producción de yerba mate. Tras años de trabajo y colaboración con cooperativas y empresas, el equipo liderado por la ingeniera agrónoma Vanesa Schoffen habría logrado desarrollar una nueva generación de plantas que asegura mayor rendimiento, estabilidad y adaptación a diferentes ambientes.
“Tenemos una muy buena noticia”, expresó Schoffen, integrante del programa de mejoramiento de yerba mate y té del INTA, en diálogo con “RX – Realidad Mixta” de Radio Up 95.5. “Durante tres años evaluamos rendimiento individual, estabilidad y el valor genético de cada planta. A partir de eso, construimos un ranking genético que nos permitió elaborar nuevos ensayos con materiales superiores”.
El desarrollo de estas variedades garantiza un 30% más de productividad en comparación con los materiales que actualmente comercializa el INTA. Además, los ensayos realizados permitieron identificar cómo se comportan las plantas en distintas zonas, optimizando las recomendaciones para productores.
“Con estos ensayos podemos decirle al productor qué variedad funciona mejor en la zona norte y cuál en la zona sur. Esto asegura no solo mayor cosecha, sino también estabilidad y resistencia en las plantaciones”, detalló Schoffen.
La yerba mate, originaria de Argentina, Brasil y Paraguay, encuentra en Misiones y Corrientes las condiciones ideales para prosperar, gracias a su suelo y clima. Estas características fueron clave para la investigación, que incluyó pruebas en campos del INTA, cooperativas y empresas privadas.
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El camino de la innovación
El trabajo del INTA no solo se enfoca en rendimiento, sino también en garantizar al productor un material genéticamente mejorado. “Es importante que el productor se asegure de que las semillas que adquiere provienen de huertos semilleros clonales, ya que estas tienen todo un trabajo detrás que garantiza su calidad y rendimiento”, subrayó Schoffen.
El proyecto, que comenzó en 2017, incorpora innovadoras metodologías de análisis y ya está dando sus frutos. Se espera que en 2026 las primeras semillas del nuevo huerto semillero clonal entren en producción. Mientras tanto, se realizan cruzamientos controlados para adelantar la disponibilidad de estas variedades.
La importancia de este avance radica en su impacto duradero en la producción. “Una planta de yerba mate estará en la chacra del productor por al menos 30 años. Por eso, el acceso a materiales mejorados genéticamente es clave para garantizar estabilidad, mayor productividad y adaptabilidad climática”, explicó Schoffen.
El INTA, que celebra 50 años de su programa de mejoramiento de yerba mate, reafirma su compromiso con el sector. “Recién ahora podemos salir a decir al productor que tenemos nuevas variedades, que están disponibles y que podemos recomendar para diferentes ambientes”, concluyó la ingeniera.