El último mes del año nos invita a reflexionar sobre lo que dejó este 2024: aprendizajes, experiencias y, en el caso de Misiones, un escenario político provincial marcado por hitos que difícilmente pasarán al olvido. Ha sido un año de tensiones y sobresaltos que dejó expuestas las grietas de una administración incapaz de lidiar con el descontento social sin recurrir a medidas extremas.
Desde los primeros meses, el gobierno de Hugo Passalacqua navegó en aguas agitadas, buscando equilibrar su relación con un nuevo gobierno nacional —ajeno al Frente Renovador— mientras contenía los problemas internos. Pero ya antes de que iniciaran las clases, las tensiones explotaron: los docentes tomaron las rutas, exigieron mejoras salariales y amenazaron con no empezar el ciclo lectivo.
El manual del oficialismo provincial, desgastado pero funcional, se puso en marcha: acuerdos con gremios afines para iniciar las clases de manera simbólica mientras los reclamos seguían en las calles. Las protestas se intensificaron, y los paros sin asistencia a las aulas se volvieron inevitables.
En paralelo, la Policía de Misiones vivió su propio capítulo de descontento. Lo que empezó como reclamos frente a la Jefatura se transformó en la toma del Comando Radioeléctrico en Posadas, con un acampe que paralizó la avenida Uruguay durante semanas. La chispa encendió una llama que se propagó por toda la administración pública: docentes, guardaparques, empleados judiciales, todos se sumaron al coro de reclamos. Para mayo, Passalacqua estaba desbordado.
Las escenas de protestas se multiplicaron: escraches frente a las mansiones de Carlos Rovira y el propio gobernador, represiones en la Legislatura durante sesiones clave y rumores de movilizaciones armadas en la capital provincial. Misiones parecía un polvorín, y el gobierno nacional, indiferente, se mantuvo al margen.
Acorralado, el gobierno renovador cedió a los reclamos sectoriales y prometió amnistías que, como era de esperar, no tardaron en convertirse en una burla. Las causas penales avanzaron, y la administración provincial recurrió a prácticas cuestionables: espionajes, infiltraciones en redes sociales y la caza de supuestas conspiraciones «sediciosas».
Para darle un barniz legal a estas maniobras, la Legislatura aprobó rápidamente la Ley del Agente Fiscal Encubierto y la Fiscalía Especializada en Ciberdelitos, violando derechos constitucionales como la privacidad y arrogándose facultades reservadas al Congreso Nacional. Un nuevo capítulo de autoritarismo disfrazado de institucionalidad.
En este contexto, se dio uno de los episodios más polémicos del año: la destitución del diputado provincial Germán Kizcka. Acusado de posesión y distribución de material de abuso sexual infantil, el oficialismo renovador supo aprovechar el escándalo, mientras la oposición se hundía en una torpeza monumental. Sin condena ni prisión preventiva, Kizcka fue desaforado y expulsado, marcando un precedente preocupante en términos de garantías procesales.
Con todo el aparato estatal a su disposición, la Renovación se dedicó a cazar culpables por las movilizaciones de mayo. Policías fueron detenidos y procesados por sedición; docentes enfrentaron imputaciones; incluso influencers y tiktokers fueron arrestados por criticar al gobierno. El colmo: un diputado sancionado por intentar judicializar otra controversia, esta vez sobre el uso de bioinsumos.
El balance de 2024 para Misiones es sombrío: un gobierno que no tolera críticas ni oposición, una ciudadanía aterrorizada por la persecución estatal y una oposición fragmentada e ineficaz. La provincia avanza hacia 2025 con más dudas que certezas, mientras el miedo se instala como la herramienta favorita del oficialismo. Hoy, en Misiones, hasta publicar un meme puede ser motivo de persecución.
A medida que nos adentramos en 2025, la pregunta que debemos hacernos no es si Misiones puede cambiar, sino si existe voluntad política para hacerlo. Los misioneros merecen un gobierno que escuche, no que reprima; una oposición que actúe, no que balbucee; y una justicia que defienda derechos, no que los pisotee. Mientras las herramientas del Estado sigan siendo usadas para sembrar miedo en lugar de esperanza, el anhelo de una provincia más justa seguirá siendo solo eso: un deseo pendiente.
Bryan Villalba…