El sector yerbatero atraviesa una de sus crisis más profundas. Claudio Hacklander, director de Producción del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) hasta esta semana, trazó un diagnóstico preocupante sobre la situación: precios bajos, sobreproducción y la ausencia de herramientas regulatorias eficaces. “Hoy los costos superan los 300 pesos, y el precio que nos pagan es de 180 pesos. Nos deja en una situación muy vulnerable”, advirtió.
Desde principios de 2024, los productores vienen reclamando un precio mínimo de referencia que cubra los costos productivos. Según Hacklander, se aceptaron acuerdos temporales que no se cumplieron. “Habíamos solicitado un valor de 505 pesos, pero terminamos aceptando 370 con la promesa de aumentos mensuales que nunca se dieron. Al contrario, terminamos con descuentos y un precio final de 180 pesos”, explicó en diálogo con “El País de la Libertad” de Radio Up 95.5.
Esta situación no es nueva para el sector, que ya vivió una crisis similar en los años 90. “O paramos la cosecha y aguantamos como hicimos tres años en los 90, o seguimos entregando un producto que nos deja pérdidas. En ambos casos, el productor pierde”, reflexionó.
En tanto, Hacklander señaló que el exceso de plantaciones de yerba mate agravó la crisis actual. “Hoy tenemos 220.000 hectáreas implantadas, frente a las históricas 175.000. Este aumento se debe a que entre 2017 y 2020 fue el boom de plantaciones, sin ningún control efectivo por parte del INYM”, afirmó. Esta sobreproducción desembocó en un stock que presiona los precios a la baja y pone en jaque a pequeños y medianos productores.
Para el director, las decisiones regulatorias llegaron tarde: “Propusimos en 2017 limitar las nuevas plantaciones, pero recién en 2021 se aprobó la resolución. Esas plantaciones son las que hoy impactan en la sobreoferta”.
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Trazabilidad: una herramienta pendiente
Otro de los problemas es la falta de un sistema de trazabilidad que permita controlar la cadena productiva. Aunque el INYM desarrolló un proyecto para implementar la trazabilidad, este no fue aprobado aún por el directorio. “Es un avance tecnológico muy útil que permitiría registrar cada kilo cosechado y todo el proceso productivo. Mientras tanto, el seguimiento se hace con remitos de transporte, pero eso no es suficiente”, explicó Hacklander.
La decisión de parar la cosecha de verano, la popular zafriña, se plantea como una medida de fuerza para exigir mejores condiciones. “Si no asumimos la responsabilidad de decir basta y no cosechamos hasta que el precio mejore, vamos a seguir poniendo plata que no recuperamos ni siquiera en costos”, señaló. Sin embargo, mantener un paro prolongado, como ocurrió en los 90, parece complicado en el contexto actual.
La realidad es que la crisis yerbatera reveló los problemas estructurales en el sector, desde la falta de regulación y planificación hasta la vulnerabilidad de los pequeños y medianos productores frente a las grandes cadenas comerciales. Mientras el gobierno nacional y el INYM buscan soluciones, los productores enfrentan la dicotomía de producir en pérdida o detenerse a la espera de un cambio. “Hoy estamos más vulnerables que nunca”, cerró Hacklander.