Los agroquímicos, conocidos también como fitosanitarios, son esenciales para el desarrollo de la agricultura moderna. Sin embargo, su camino desde el laboratorio hasta el mercado no es sencillo ni rápido.
Leonardo Favre, doctor en química industrial por la Universidad de Buenos Aires y coordinador de asuntos científicos de CASAFE (Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes), dialogó con “La Última Rosca” de Radio Up 95.5 y detalló el complejo proceso de investigación, desarrollo y regulación que garantiza su seguridad para la salud humana y el medioambiente.
Un proceso de 12 años y 300 millones de dólares
Favre explicó que el desarrollo de un agroquímico requiere más de una década de investigaciones y pruebas rigurosas, realizadas bajo estándares internacionales: “El proceso completo de investigación y desarrollo demora unos 10 a 12 años y requiere una inversión de aproximadamente 300 millones de dólares”.
El proceso comienza con la selección de moléculas candidatas mediante simulaciones computacionales e inteligencia artificial. Luego, se realizan pruebas toxicológicas y ecotoxicológicas en laboratorios certificados, que aseguran datos confiables para presentarlos ante agencias regulatorias.
En tanto, Favre enfatizó la importancia de cumplir con las buenas prácticas de laboratorio (GLP, por sus siglas en inglés), un estándar internacional indispensable para que los productos pasen los filtros regulatorios: “Las agencias regulatorias no aprueban dosis de sustancias nuevas que no hayan obtenido sus datos aplicando buenas prácticas de laboratorio”.
Además, los laboratorios certificados garantizan que los productos cumplan con normativas internacionales, lo que permite su registro en distintas geografías. Así, los agroquímicos se adaptan a condiciones climáticas y agrícolas diversas.
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Reducir la toxicidad: un objetivo constante
Por otro lado, Favre destacó el compromiso global de las empresas en la reducción de la toxicidad de los productos: “Siempre se busca que las moléculas nuevas al mercado sean lo menos tóxicas posibles y con la menor afectación ambiental”. Esto responde a las estrategias de sostenibilidad del sector, lo que ha llevado al desarrollo de moléculas denominadas “de banda verde”, las de menor toxicidad en el mercado.
Sin embargo, Favre aclaró que todos los agroquímicos, por definición, son tóxicos: “Esto no implica que sean inocuos. Pero, si los utilizamos de acuerdo a la buena práctica agrícola indicada, trabajaremos dentro de un ámbito seguro tanto para la salud humana como para el ambiente”.
El rol de la regulación en Argentina
En Argentina, el control de agroquímicos está a cargo del SENASA, organismo reconocido por su rigurosidad. “Argentina tiene un sistema regulatorio muy fuerte, uno de los primeros en Latinoamérica, lo que asegura un marco de seguridad para la aprobación de sustancias y productos formulados”, señaló Favre.
Con altos estándares y un enfoque en la sostenibilidad, los agroquímicos que llegan al mercado reflejan un equilibrio entre innovación científica, regulación estricta y cuidado ambiental. En palabras de Favre: “Lo importante es cumplir con las normas por las cuales fue aprobado el producto. Si fue aprobado para un uso determinado, debemos usarlo de esa forma y no de otra”, completó.