Rufino Ezequiel Meza es uno de los subtenientes que el 18 de junio de 2022 fue obligado por oficiales del Ejército a organizar un asado junto a quienes, como él, iniciaban el primer tramo de su carrera en el Grupo de Artillería de Monte 3 de la ciudad correntina de Paso de los Libres. Estuvo presente y fue testigo directo de la muerte del soldado Matías Chirino.
Con Matías Chirino y Jorge Manuel Chaile, Meza debía presentarse el 20 de junio de ese año en el establecimiento militar, pero el ritual de ingreso a la vida castrense y la orden de un grupo de oficiales los empujaron a anticiparse dos días.
Después de ser testigo de la muerte de Chirino, de caer en el mismo estado de inconsciencia por el consumo excesivo de alcohol al que fueron obligados, de terminar exhausto por los maltratos, Meza volvió a Paso de los Libres este miércoles para hablar ante los jueces de lo vivido y de cómo sobrevivió a esa tortura por la que los nueve militares que los bailaron hace dos años están imputados en un juicio federal.
Relatos de una noche trágica
Meza relató que conocía a Chirino desde el primer año del Colegio Militar y que tenían trato habitual porque vivían cerca y eran compañeros de salidas, de hecho, compartieron el curso de adaptación al monte.
Según recordó, el mediodía del 18 de junio, horas antes de ingresar al Grupo de Artillería de Paso de los Libres, estaban almorzando y el subteniente Facundo Luis Acosta llamó a Chirino, instándolo a presentarse esa misma noche e invitar a un asado, crear un grupo de WhatsApp (por ser el más antiguo de los tres nuevos agentes) y preguntar qué quería tomar cada uno.
No les gustó la orden, pero debían cumplir porque se trata del pedido de un superior y allí, si no cumplen una orden, pueden ser sancionados o, como dijo Acosta en la llamada a Chirino, empezar con el pie izquierdo.
La orden de Acosta llegaba incluso a que el soldado cordobés pregunte en el grupo qué marca de cigarrillo fumaban sus superiores. “Le pidieron Marlboro box y whisky. Gastaron una cifra cercana a los 150 mil pesos” (en ese entonces ellos cobraban alrededor de 80 mil pesos mensuales). Pero no alcanzó: durante la noche fatídica los oficiales obligaron a Chirino a ir a comprar más bebidas. Chaile estaba a cargo del asado, Meza de la ensalada y Chirino de lo que tomarían.
Mientras preparaban las cosas les hacían realizar movimientos vivos. Asimismo, Meza, integrante del agrupamiento Intendencia, debía contarles a sus superiores de memoria su misión, y Chaile y Chirino, sobre artillería. Repentinamente los hacían correr y hacer fondo blanco con las bebidas.
Les llamaban la atención, los hacían parar firmes y hablar, decir cosas que no tenían sentido, mientras iban preparando las comidas. Los liberaban unos minutos y así cada uno volvía a su actividad, a tratar de seguir con el asado y la ensalada, respectivamente.
Después los hicieron cambiar, para ponerse ropa de gimnasia y los agruparon a Meza y Chaile cerca de la pileta. Chirino había salido a comprar mas bebidas y cigarrillos.
En pleno junio, de noche y con bajas temperaturas, les hicieron saltar a la pileta, tocar fondo y salir nuevamente; luego, seguir corriendo. Eso ocurrió cerca de las 12 de la noche. Después les hacían seguir tomando las bebidas, correr, hacer flexiones de brazos.
Al momento de la cena, sirvieron el asado a los oficiales, que ordenaron traer una fuente de fideos hervidos para darles a los tres subtenientes, sin cubiertos. Meza, Chaile y Chirino fueron obligados a comer con las manos.
Los oficiales estaban en ronda y los fastidiaban de a uno. Después pasaban al siguiente. Todos los imputados llegaron al “bautismo en el quincho vestidos de civil”, asi que cuando los presentaron no sabían qué grado tenían. Todos daban las órdenes de correr y hacer ejercicios.
Les hacían seguir tomando, además del whisky, vino y fernet. Antes de las 12 de la noche, después de que le hicieran correr, Meza se escapó, vomitó, y siguió corriendo. El testigo víctima aseguró que perdió el conocimiento y se despertó en la habitación de Chaile cuando la enfermera le estaba haciendo maniobras de RCP al subtentiene Chirino.
El torbellino de recuerdos que repitió ante el Tribunal lo llevó luego a hablar del momento en el que se descubre el desenlace fatal del joven cordobés.
Tras las maniobras de resucitamiento colocaron a Chirino en una camilla y lo subieron a una ambulancia. Él acompaño en el móvil sanitario porque estaba más vestido. En el hospital no entró a la sala y se quedó en el auto del oficial de servicio, Gerardo Sebastián Bautista.
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“Sobrevivir”
El apoyo que recibió Meza por el Ejécito ante toda esta situación, dijo, no le permite estar preocupado. Sin embargo, recordó, nunca había vivido una situación similar, estaba en shock, no reaccionaba a lo que estaba pasando.
Cuando retornó a Paso de los Libres luego del traslado del cuerpo de Chirino a Córdoba, le dieron una casa en el barrio de oficiales pero inmediatamente se fue un mes a Curuzú Cuatiá.
Luego de un mes los llamaron del área de Personal del Estado Mayor del Ejército y le preguntaron a qué destino querían ir. Chaile pidió para ir a Salta y Meza, a Misiones. Lo mandaron a Bernardo de Irigoyen.
Los dos años posteriores al hecho concurrió a terapia con un psicólogo. Al relatar eso, Meza se quebró y lloró frente al tribunal, el fiscal y sus torturadores. Admitió que en un momento pensó en pedir la baja, pero destacó que los compañeros lo apoyaron y pudo decidir continuar.
Los tres nuevos subtenientes, dijo Meza en medio de su declaración, iban al Grupo de Artillería de Monte 3 “con la idea de que les iban a hacer algo pero no sabían qué”. Si no se acatan las ordenes en el bautismo o bienvenida, queda marcado en el trabajo del día a día. “Cada uno reacciona diferente cuando no se le cumple una orden”, dijo el militar que testiguó este miércoles en el juicio.
(Fuente: El Litoral)