El conflicto entre Israel y el Líbano es un capítulo más en la larga lista de tensiones que marcaron la región de Medio Oriente. Para entender este conflicto en su contexto, Joaquín González, analista internacional, dialogó con “La Última Rosca” de Radio Up 95.5 y ofreció una perspectiva histórica y política que ayude a comprender los múltiples intereses en juego.
En primera instancia, González señaló un hecho relevante: “Lo que no cambia es el deseo de perder un poco más la fe de la humanidad a veces”, expresando una cierta resignación ante la continuidad de la violencia en la región. Los recientes ataques de Israel fueron provocados, entre otras cosas, por la actividad de la cúpula militar de Hezbollah. “El último capítulo había sido la explosión de los famosos Vipers y Walkie Talkies de la cúpula militar de Hezbollah”, mencionó González. Tras ese incidente, el ejército israelí aprovechó para atacar una reunión de la cúpula militar, “y los desapareció a todos”.
Sin embargo, como en anteriores intervenciones israelíes en el Líbano, los ataques no diferenciaron entre combatientes de Hezbollah y civiles libaneses. Esto es parte de una estrategia más amplia que Israel viene implementando en varios frentes, incluida Palestina. “Israel, de hecho en el año 1981-1982 invade el Líbano, donde entra también a jugar fuerte en el conflicto entre Irán e Israel”, explicó el analista.
Estos eventos históricos ayudan a comprender el papel que juega Hezbollah en la región, una organización que surgió como una fuerza de defensa de la comunidad chiita libanesa, pero que con el tiempo “terminó convirtiéndose en una milicia gigante, brazo armado y financiado por Irán”.
El papel de Hezbollah, según González, es inseparable del conflicto más amplio que involucra a Irán e Israel, así como la cuestión palestina. “Siempre actuando en defensa o en solidaridad con Hamas”, una relación que añade complejidad a los intereses y alianzas en la región.
La doctrina de Israel y las consecuencias civiles
Uno de los aspectos más controvertidos de la política israelí en el Líbano es su estrategia de bombardeo de infraestructura civil, lo que González describió como “la doctrina Dahiya”. Esta doctrina se basa en la idea de “bombardear la infraestructura civil libanesa para tratar de persuadir a Hezbollah que llegue de alguna manera a un alto al fuego, pero a través del amedrentamiento”, señaló. Sin embargo, González fue claro al afirmar que esta estrategia “nunca le ha funcionado como un alto al fuego”.
González también destacó el riesgo de que las acciones de Israel puedan desembocar en una guerra de mayor escala. “Todos están jugando un juego de suma cero, tomando pequeñas decisiones tácticas que los van llevando más cerca de una escalada y una guerra regional”, advirtió.
A su juicio, la clave para evitar este desenlace está en manos de los líderes, especialmente del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Sin embargo, “nadie quiere quedar como el elemento débil”, lo que dificulta las negociaciones y perpetúa la violencia.
Una preocupación adicional es la idea de que Israel no tiene un objetivo claro en su ofensiva. “Parece que hay una sensación de hasta que no desaparezca el último terrorista, no vamos a parar”, dijo González, criticando la falta de una estrategia a largo plazo que busque soluciones de paz en lugar de perpetuar la violencia.
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Hipocresía y el rol de la comunidad internacional
En cuanto al papel de la comunidad internacional, González fue crítico de la inacción y la hipocresía de los países occidentales. “Este conflicto, como el de Ucrania-Rusia, demostró también lo que es la hipocresía de lo que llamamos occidente”. La falta de presión sobre Israel por parte de actores como Estados Unidos y la Unión Europea es evidente para el analista: “Antes, por lo menos Estados Unidos le ponía quizás algún límite a Israel. Ahora Israel ni siquiera hace caso a los límites”.
Este debilitamiento del sistema internacional es, para González, uno de los aspectos más preocupantes del conflicto. «Vemos un consejo de seguridad en la inactividad total, no solo con Israel, sino también con Ucrania y Rusia», completó. Este desinterés y pasividad contribuyen a la sensación de que el conflicto en Líbano, como otros en la región, está lejos de resolverse.