En la antesala de una temporada de enfermedades transmitidas por el mosquito Aedes aegypti, que se anticipa aún más grave que la del año pasado, los esfuerzos por controlar su propagación enfrentan un nuevo desafío.
En este sentido, un equipo liderado por la Dra. Laura Harburger, bióloga e investigadora del CONICET, identificó una resistencia genética en ciertas poblaciones de mosquitos transmisores de dengue en Argentina a los insecticidas más comúnmente utilizados, los piretroides, lo que plantea la necesidad urgente de encontrar alternativas.
“En particular, nosotros hicimos un estudio en cuatro poblaciones de nuestro país que son Orán y Tartagal en Salta, Formosa y Puerto Iguazú en Misiones, y fueron estas poblaciones las que encontramos resistentes a los piretroides”, explicó la Dra. Harburger en diálogo con “El País de la Libertad” de Radio Up 95.5.
Este descubrimiento implica que se requiere “diez veces más insecticida de los piretroides para controlar estas poblaciones”, lo cual no solo es inviable desde un punto de vista ecológico y de salud pública, sino que “se debería discontinuar su uso porque no es viable ni es compatible con el medio ambiente”.
La raíz del problema se encuentra en una mutación genética previamente identificada en otras regiones, como México y Brasil, pero que es la primera vez que se detecta en Argentina. “Es una mutación conocida, causa de alta resistencia a piretroides”, señaló la investigadora.
Ante este panorama preocupante, el equipo del CONICET trabajó en una alternativa basada en otro tipo de insecticidas, específicamente los organofosforados. “Nosotros encontramos en el laboratorio una alternativa que pertenece a otro grupo de insecticidas que sean capaces de controlar estas poblaciones resistentes”, afirmó Harburger.
Sin embargo, este nuevo insecticida aún no cuenta con la aprobación de la ANMAT y la decisión de utilizarlo recae en última instancia sobre el Gobierno Nacional. “Todavía falta el registro frente a la ANMAT. Para que cualquier producto de uso en salud pública se apruebe, se deben presentar estudios de toxicología y de eficacia frente a ese organismo”, detalló.
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Uno de los temores habituales en torno al uso de organofosforados es su toxicidad. No obstante, la Dra. Harburger aclaró que “durante mucho tiempo, la palabra organofosforado fue una mala palabra porque se pensaba que eran muy tóxicos, pero la tecnología ha avanzado mucho. Este organofosforado en particular está clasificado en la misma categoría que la permetrina por la Organización Mundial de la Salud”. Además, añadió que este nuevo producto “es menos tóxico para organismos acuáticos que los piretroides”, una ventaja importante en términos de impacto ambiental.
Respecto a la disponibilidad y los tiempos para su implementación, Harburger indicó que “no puedo emitir opinión sobre los tiempos burocráticos, porque primero tiene que haber una empresa interesada en fabricar y presentar estos estudios”. Además, subrayó que el Ministerio de Salud “es el que fija las políticas públicas y puede desestimar el uso de este insecticida o proponer algún otro”.
El costo y la accesibilidad de este nuevo insecticida también parecen ser manejables, según Harburger, ya que “está libre de patente, así que si el día de mañana una empresa argentina quisiera producirlo, lo puede hacer”.
Mientras tanto, se espera que con la llegada del verano, los casos de dengue, zika y chikungunya vuelvan a incrementarse, lo que hace urgente la aprobación y uso de nuevos métodos para combatir al Aedes aegypti. “Ojalá que se registre alguno, si no este, algún otro, porque realmente la problemática es muy grande”, concluyó Harburger.