Argentina mantiene una relación turbulenta con sus jubilados. Han sido testigos y víctimas de la volatilidad económica, de la privatización y reestatización de sus haberes, de cambios de políticas y de los constantes vaivenes del mercado. La inflación ha devorado su poder adquisitivo, y el dólar ha sido el verdadero termómetro que mide la realidad de los haberes jubilatorios.
Desde 2015, las jubilaciones mínimas han atravesado un camino sinuoso, reflejando más la inestabilidad política que una planificación a largo plazo. Pero, ¿Qué nos dice la evolución de los haberes mínimos en dólares sobre la situación actual y el impacto del reciente veto del presidente Javier Milei?
Una década de montaña rusa
En 2015, al asumir el gobierno de Mauricio Macri, la jubilación mínima en Argentina rondaba los 400 dólares. Era un momento de relativa estabilidad, donde la terapia del gradualismo y la liberación del cepo mostraban las primeras señales de reactivación económica. La fórmula de movilidad jubilatoria vigente, introducida por el kirchnerismo en 2008, vinculaba las prestaciones a la variación semestral de los ingresos públicos (recaudación fiscal) y a los salarios de los empleados registrados. Como resultado, los haberes se ajustaban por la inflación mensual más un plus nominal proveniente de la recaudación fiscal. En 2010, la propia Cristina Fernández vetó la ley que proponía elevar las jubilaciones al 82% móvil del salario de los trabajadores activos, argumentando que dicha medida llevaría a “la quiebra de todos los argentinos”.
En 2017, el gobierno de Cambiemos, tras los graves incidentes en las afueras del Congreso que desembocaron en las recordadas “40 toneladas de piedras” y varios heridos, logró la aprobación de la Ley 27.426. Esta nueva normativa estableció una fórmula de movilidad jubilatoria basada en un 70% en las variaciones del Índice de Precios al Consumidor (IPC) elaborado por el INDEC, y un 30% en la variación del RIPTE (Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables). Como consecuencia, para 2017 la jubilación mínima cayó a 320 dólares, un retroceso evidente que impactó especialmente en los más vulnerables.
La llegada del Frente de Todos en 2019 no trajo mejor alguna. A pesar de las promesas de campaña de Alberto Fernández, quien aseguraba que incrementaría las jubilaciones con “la plata de las Leliqs”, la jubilación mínima siguió en caída libre en términos de dólares, llegando a tocar los 200 dólares en 2021. En un movimiento casi sin precedentes, el kirchnerismo derogó la ley de movilidad jubilatoria a solo 15 días de asumir el poder, otorgando facultades al presidente para actualizar los haberes trimestralmente por decreto. Finalmente, en 2021 se promulgó la última ley de movilidad hasta la fecha, la Ley 27.609, que establece ajustes trimestrales combinando un 50% de la recaudación de la ANSES y otro 50% de la variación salarial, ya sea medida por el RIPTE del Ministerio de Trabajo o por el índice del INDEC, imponiéndose el que sea mayor, lo que dejo a la administración saliente con un haber mínimo de 185 dólares.
El veto de Milei: ¿una jugada acertada?
El pasado viernes, el presidente Milei vetó una ley que, según sus detractores, perjudicaría aún más a los jubilados. Sin embargo, en términos estadísticos, los jubilados han experimentado una leve mejoría. Tomando el dólar como referencia, la jubilación mínima ha subido a 250 dólares, un valor que, si bien está lejos de los mejores momentos, representa una recuperación significativa desde el piso alcanzado en 2021.
Esta medida, sin embargo, es solo un parche momentáneo. Desde la sanción del DNU 70/2023, Argentina carece de una fórmula previsional vigente, una situación que la Corte Suprema ha recalcado en múltiples ocasiones, subrayando que los haberes deben ajustarse por una ley sancionada por el Congreso de la Nación. Esto podría conducir al gobierno a la judicialización de innumerables causas.
A pesar de esta recuperación, es crucial mantener un enfoque crítico. ¿Es este un indicio de un futuro mejor para los jubilados o simplemente un espejismo en medio del desierto inflacionario? Aunque los haberes mínimos en dólares están hoy mejor que hace dos años, siguen estando muy lejos de lo que debería garantizar una vejez digna. El veto de Milei ha generado una nueva disputa entre el gobierno y la oposición, donde se deberá rediscutir una nueva fórmula, lo que promete ser otro capítulo en la interminable rosca política argentina.
La situación jubilatoria en Argentina ha sido, y sigue siendo, un reflejo de las inconsistencias y vaivenes políticos del país. Mientras tanto, los jubilados continúan siendo la variable de ajuste de los sucesivos gobiernos. El veto de Milei no puede ocultar la necesidad de una reforma integral y sostenible que garantice a nuestros mayores una vida digna. Al final, lo que se necesita es una política de Estado que trascienda gobiernos y ciclos económicos, y que ofrezca una jubilación justa y estable. Pero eso, lamentablemente, parece estar tan lejos como la estabilidad económica que Argentina sigue buscando desde hace décadas.
Bryan Villalba…