Agosto comienza a despedirse no sin ser recordado como un mes en el cual el tablero político sufrió una suerte de implosión en todas las trincheras. Desde el propio peronismo, que continúa sufriendo el escándalo de Alberto Fernández, hasta un oficialismo que empieza a vivir crisis de egos y fuego amigo dentro del Congreso. Cada partido ha experimentado su propio cataclismo interno, revelando las luchas de poder y los reacomodamientos que definirán el futuro inmediato del país.
El peronismo, ese gigante que solía tener la capacidad de reinventarse frente a cualquier adversidad, ha sentido en agosto el sismo más fuerte de su historia reciente. El escándalo de Alberto Fernández ha dejado cicatrices profundas que difícilmente se cerrarán. Lo que comenzó como un simple expediente judicial sobre la causa seguros terminó revelando un oscuro entramado que incluye chats comprometedores entre Fabiola Yañez y María Cantero, exsecretaria de Fernández donde salen los primeros relatos de violencia de género que sufría la ex primera dama. Este nuevo capítulo del «Olivos Gate» no solo resucitó los fantasmas de la cuarentena, sino que además sacó a la luz un casting de acompañantes VIP que desfilaban por el despacho del presidente bajo contratos en el estado más que cuestionables.
Por otro lado, en un giro que pocos podrían haber anticipado, el kirchnerismo ha coqueteado peligrosamente con el radicalismo, sellando una alianza implícita con Martín Lousteau, quien ha sido designado como presidente de la Comisión Bicameral de Inteligencia. Este nombramiento, que en otro momento habría sido impensable, se concretó gracias a la habilidad de Lousteau para aprovechar el caos interno de La Libertad Avanza y colarse en uno de los espacios de mayor poder en el Congreso. Sin embargo, esta alianza ha generado una fuerte división en las filas del histórico partido centenario, especialmente entre aquellos que ven en este acercamiento del radicalismo porteño un pacto con el diablo, traicionando la lucha histórica contra el kirchnerismo.
Mientras tanto, Mauricio Macri, demostrando que los viejos zorros nunca pierden sus mañas, ha resurgido en la escena política, intentando capitalizar el desorden ajeno. Tras algunos enfrentamientos internos, especialmente con aquellos que se han acercado peligrosamente a Milei, Macri ha logrado imponer su voluntad en el PRO, mostrándose como el líder indiscutido que sabe cuándo y cómo moverse. Su respaldo al veto presidencial de la Ley Previsional, a pesar de que su partido votó en contra, es una muestra de una jugada que le permite posicionarse como el guardián del equilibrio fiscal, a la vez que mantiene su influencia intacta dentro de la coalición.
Finalmente, ni siquiera el propio oficialismo ha salido ileso en este último mes. La visita a Astiz y al pabellón de genocidas es solo la punta del iceberg de los cuestionamientos que se plantean puertas adentro en La Libertad Avanza. Lo que antes parecía una unidad monolítica hoy muestra grietas profundas. Lentamente, ha comenzado una disputa de egos entre quienes buscan destacar más allá de ser simples votadores afirmativos de las propuestas presidenciales y aquellos que ya están preparando su camino para encabezar las listas en las elecciones del próximo año. Este desorden interno ha tenido sus primeras consecuencias: el Senador Paoltroni ha alzado la voz con críticas contundentes, Lourdes Arrieta ha denunciado a sus propios compañeros diputados, y los dichos polémicos de Adorni y Espert se han convertido en una constante fuente de controversia, reflejando las tensiones que comienzan a desbordar en el seno del oficialismo.
En definitiva, agosto no solo ha sido el mes de la implosión, sino también el de los reacomodamientos estratégicos. Los partidos han mostrado sus cartas, y lo que queda en el tablero es un panorama incierto, donde las alianzas se tambalean, los liderazgos se disputan, y el futuro político de Argentina parece más incierto que nunca. Pero si algo ha quedado claro, es que, en la política argentina, agosto ha dejado su marca, y será recordado como el mes en que todos los actores debieron replantear sus estrategias para sobrevivir al terremoto que ellos mismos han provocado.
Bryan Villalba…