Vivimos una semana al estilo Sodoma y Gomorra con destapes, información cruzada y lo más oscuro de las personas. Lamentablemente, además de darse en el fuero privado, ocurrió y ocurre dentro de las instituciones públicas.
En la Argentina como país y en sus provincias hemos tenido más de 20 años de inescrupulosos personajes que contando con una cuota de suerte y formando parte de la misma banda que sin ningún tipo de reparo han hecho suyo el poder; el Poder, que según Hannah Arendt “no es nunca propiedad de un individuo, ya que pertenece al grupo y existe mientras este no se desintegra”. Desde este lugar se sirvieron de las posibilidades que ofrece el cargo para sobrepasarse, hacer negocios, corromper y corromperse, entre otros delitos que pueden mencionarse.
Esta semana a nivel nacional fruto de una confusa situación dentro de la causa judicial vinculada a los seguros, se escurrió entre los documentos que se investigan, el bochornoso destrato que recibió la que por entonces era la pareja del expresidente Alberto Fernández; con esta denuncia se siguen engrosando las causas que manchan nuevamente la investidura presidencial por la promiscuidad y borrachera moral que sumergió a otro presidente kirchnerista.
Seguramente, si seguimos profundizando, encontraremos más nombres que pueden tener varias causas o razones de investigación del momento que han sido funcionarios públicos y con ello las conexiones y complicidades que lo han permitido. Ahora bien, ¿este comportamiento encuentra su origen en la transformación moral que ofrece el poder?, o simplemente ocurre aquello que decía Abraham Lincoln, mencionando que si quieres conocer a una persona solamente debes darle poder, y ahí sabrás de lo que será capaz.
Así mismo, debemos destacar que estas actitudes no ocurren únicamente en el plano nacional, por lo que podemos asumir que en las provincias el electorado también ha sido engañado por personajes que reúnen estas cualidades repulsivas.
En Misiones estas oscuras costumbres son más complejas, porque los órganos de control son conducidos por el mismo partido gobernante provincial y local, con lo cual si hay algo que está fuera de lugar seguro es porque alguno de más arriba es cómplice del delito, y si no lo es, será denunciado no por el delito, sino por no compartir el negocio.
Mediante un trabajo periodístico realizado por el programa “El País de la Libertad de Radio Up”, se dio a conocer que Ricardo Weber, el Intendente de 2 de Mayo, quien haciendo uso de sus atribuciones como Jefe Comunal, dispuso arbitrariamente la compra de combustible a través de un complejo entramado que beneficio a su empresa familiar la cual se dedica al rubro en dicho municipio, este negocio que además de contar con dudosa documentación que avale el procedimiento de compra, demostró que los organismos de control en manos de “amigos” de política no hacen otra cosa más que favorecer la corrupción.
Del mismo modo que se dan hechos de corrupción mediante malversación de fondos, también podemos encontrar en la tierra sin mal a varios Intendentes, como es el caso de Ramón Arrúa en Capioví que manejan su municipio como si fueran patrones de estancia, que irrumpen en las sesiones del Concejo Deliberante y como si fuera una reunión de directorio maneja el ordenamiento de la Ciudad según su conveniencia y necesidad.
En la misma lista podemos sumar al Intendente Claudio Fillipa de la ciudad de Puerto Iguazú, quien además de tener un frondoso prontuario de persecución a propios y ajenos también cuenta con varias denuncias de abuso de género que lo posicionan dentro del selecto grupo de ejecutivos municipales que como lo indica Lord Action, “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Así, también podemos mencionar instituciones de orden público o semipúblicas donde se dan conducciones en las cuales las autoridades comparten lazos familiares enmarcados en la excusa de que cubren esos puestos sobre la base de concursos, como si el reglamento justifica lo inmoral de la acción y que de ese modo no se configura el nepotismo.
Esta incomprensión de la moralidad en la gestión pública es el resultado de una sociedad que confundió los límites de lo público y lo privado. Seguramente podemos seguir encontrando antecedentes de diferentes colores y prácticas que grafican un sinfín de irregularidades que pueden ser caratuladas como hechos de corrupción, prevaricato, promiscuidad administrativa y tantas otras acepciones posibles. Sin embargo, el desafío no radica en seguir encontrando culpables o responsables, sino en cómo revertimos esta costumbre que poco a poco se fue enquistando en la sociedad que nos gobierna.
Estamos atravesando tiempos de cambios de época que han dejado como se diría en la jerga futbolera en off side a más de un jefe comunal o representante institucional, esta exposición de actores de dudosa representatividad se sostienen gracias al silencio cómplice y a los conchabos que se entrelazan especialmente en los municipios donde conviven el terror patronal, la inmoralidad y un gobierno provincial que se involucra en la complicidad de los hechos.
La oportunidad de enfrentar esta realidad y cambiar el presente no recae únicamente en quienes ocupan los espacios de control sino también en cada uno de los vecinos, que como mencionamos en un principio el Poder no es nunca propiedad de un individuo, ya que pertenece al grupo y existe mientras este no se desintegra.
Alejandro Chini…