Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el domingo 17º durante el año (28 de julio de 2024)
El Evangelio de este domingo (Jn 6, 1-15), nos relata la multiplicación de los panes. Por un lado, la preocupación del Señor «por el gentío que acudía a Él» porque no tenían para comer. Pero también este relato tiene una referencia al tema de la Eucaristía y es en este mismo capítulo de san Juan en que el Señor dice: «Yo soy el pan Vivo que ha bajado del cielo. El que come de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y la daré para la vida del mundo» (v51).
En la raíz del relato está la mirada compasiva del Señor hacia la multitud porque estaban como ovejas sin pastor. Es una mirada que parte del Amor. La Eucaristía y toda la realidad que implica el pan compartido y la solidaridad social necesitan fundamentalmente de la comprensión correcta del amor. Lamentablemente hoy se usa mucho la palabra amor y se vacía la maravilla de su significado, o bien se la tergiversa y banaliza. La Eucaristía que celebramos es la expresión del amor de Dios que se entrega sin reservas a nosotros. Al participar de este misterio, los cristianos entramos en esta misma dinámica pascual y, movidos por el amor, ponemos nuestra propia vida para compartirla con los demás. Haciendo experiencia del amor que brota de la Eucaristía, somos impulsados a realizar mediante la solidaridad, nuestra auténtica vocación que es, en definitiva, ser junto con Jesús, pan partido, para la vida del mundo.
Este domingo celebramos también la IV Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores que este año lleva por lema «En la vejez no me abandones» (cf. Sal 71,9). En su mensaje para esta jornada, el Papa Francisco nos dice: «Dios nunca abandona a sus hijos. Ni siquiera cuando la edad avanza y las fuerzas flaquean, cuando aparecen las canas y el estatus social decae, cuando la vida se vuelve menos productiva y corre el peligro de parecernos inútil. Él no se fija en las apariencias (cf. 1 S 16,7) y no desdeña elegir a aquellos que para muchos resultan irrelevantes. No descarta ninguna piedra, al contrario, las más “viejas” son la base segura sobre las que se pueden apoyar las piedras “nuevas” para construir todas juntas el edificio espiritual (cf. 1 P 2,5). […] En esta IV Jornada Mundial dedicada a ellos, no dejemos de mostrar nuestra ternura a los abuelos y a los mayores de nuestras familias, visitemos a los que están desanimados o que ya no esperan que un futuro distinto sea posible. A la actitud egoísta que lleva al descarte y a la soledad contrapongamos el corazón abierto y el rostro alegre de quien tiene la valentía de decir “¡no te abandonaré!” y de emprender un camino diferente.»
En esta reflexión quiero recordar que el próximo domingo 4 de agosto celebramos al Patrono de nuestro Seminario Diocesano «Santo Cura de Ars». La misa será a las 11 de la mañana en el mismo Seminario con todos los que quieran acompañarnos. En nuestro seminario hay 29 seminaristas, junto a otros jóvenes que participan de un proceso de discernimiento de su vocación desde los campamentos o encuentros mensuales. Todo ello implica algunos esfuerzos, dedicación de sacerdotes, inversión económica, para adecuar instalaciones y para apoyar el proceso que se va dando. No dudamos en afirmar con certeza que es Dios el que acompaña esta obra con su providencia. Pero todos como Iglesia debemos sentirnos responsables. Por eso me animo a pedirles que sigan rezando fuerte por nuestro Seminario. Les agradezco todos los aportes, donaciones, y bonos de contribución que nos ayudan a sostener la formación de los seminaristas. En la evangelización de nuestra Diócesis hay muchas cosas fundamentales, pero el apoyo a nuestros seminaristas nos alienta en la esperanza.
Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas.