Transcurrían los años 30 cuando irrumpió la figura de Adolf Hitler, irrelevante al principio, un personaje que muchos creían pintoresco, carismático, un prototipo de líder en aquella época. Una vez que Hitler y su incipiente partido Nacional Socialista (NAZI por sus siglas), lograron hacerse del poder, una inmensa nube obscura cubrió primero Alemania y poco después se iría expandiendo a lo largo y ancho del continente europeo.
Ya en los años 40, con el aparato nazi avasallando todo tipo de frontera terrestre que se interponga en su camino, le llegó el turno a la “tierra de la libertad”, el país que muchos consideran como el padre de la democracia moderna, nada más y nada menos que Francia. Un país cuya defensa militar hasta ese momento era considerada inexpugnable, mejor conocida como “la línea Maginot”, hizo pensar tanto a propios como extraños que ese sería el límite de la ambición desmedida del infame Adolf Hitler, pero no, esto solo fue un espejismo. La línea Maginot no fue ni siquiera capaz de hacerle sombra a la “blitzcrieg” (guerra rápida traducida del alemán). De la noche a la mañana, los nazis ingresaron triunfantes a París, dando así comienzo a varios años de ocupación que para los franceses fue sinónimo de terror. Ese lapso se denominó como “la Francia de Vichy” (denominado así porque Vichy fue la capital de la Francia ocupada), un gobierno de coalición cuyo mayor logro fue arrodillarse ante el nazismo, dejando a su pueblo a la deriva.
Poco después el nazismo cayó en picada, dejando atrás un tendal de muerte, oscuridad y destrucción y cuyo líder tuvo el final que merecía. Sin embargo y desafortunadamente, el nazismo no murió con su líder, esta ideología nefasta se expandió por todo el mundo y desafortunadamente logró numerosos adeptos, uno de sus simpatizantes más conocidos es Jean Marie Le Pen, creador del partido político francés Agrupación Nacional, flamante vencedor de las elecciones legislativas celebradas el último fin de semana de junio. Pero seamos juntos, en la fundación de dicho partido, Le Pen no era el único cuyas ideales simpatizaban con el nazismo, varios de los miembros fundadores pertenecían tantos a movimientos políticos nazis y fascistas. Demás está decir que dicho partido cuenta con una base solidificada en el fanatismo exacerbado.
El partido nace como tal en los años 70 y lentamente comienza a tomar impulso. A partir de los 2000, la hija de Jean Marie, Marine Le Pen reemplaza a su padre como líder del partido, pero sin modificar sus ideales extremistas sino maquillarlos (controles migratorios extremos, desfinanciamiento de la Unión Europea, prioridad a los nacionales franceses a la hora de ocupar cargos públicos, profundizar, apoyar a la industria nacional, entre otros).
Desde que Marine Le Pen tomó las riendas del partido, ha hecho lo imposible para enmascarar la esencia de su partido, suavizó los discursos, se enfocó en criticar al gobierno actual, trató de apaciguar a sus adeptos, utilizó un sinfín de estrategias para borrar el titulo de partido antisemita con el que aún los caratulan. Hay que reconocer que viene haciendo un gran trabajo, y que el desmanejo de la administración actual colaboró y mucho en la creciente popularidad de Agrupación Nacional. Además de esto, ha encontrado en Jordan Bardella, un joven y carismático político, su “caballito de batalla”, mejor conocido como “la bestia mediática”.
Bardella basó su campaña a través de las redes sociales para llegar al parlamento europeo, una de las principales metodologías que impulso la campaña de Javier Milei en la República Argentina. El resultado fue una victoria aplastante, doblando en votos a la candidata del presidente Macron.
No menos importante es el descontento absoluto de la gran mayoría de los franceses en cuanto a la presidencia de Emanuel Macron. Con duras criticas e insultos de todo tipo, la prensa tampoco le tiene piedad al presidente, sin embargo, debemos decir que el francés promedio suele denostar al presidente de turno. Inclusive el presidente Charles de Gaulle, símbolo de la resistencia francesa contra el nazismo, fue duramente criticado en aquel entonces. Sin embargo, esto no significa que muchas de las criticas sean infundadas, el descontento social se centra en la inmigración masiva y casi descontrolada que ha sucedido en Francia durante las últimas décadas. Debido a los constantes conflictos sucedidos en medio oriente, las escasas oportunidades laborales y las numerosas crisis sociales que se suceden en los países de la mencionada región, los inmigrantes vieron en Francia como un punto clave para escapar de sus crueles realidades, y como siempre sucede, con la llegada de nuevas porciones de población, llegan nuevas culturas y costumbre, estos fueron los puntos claves para agudizar el conflicto ya que los inmigrantes son en su gran mayoría, musulmanes.
Sin ningún tipo de intención de denostar e insultar a ninguna religión, el musulmán promedio sostiene sus creencias en un espíritu patriarcal y machista, el mundo del islam es un mundo en el cual la mujer es blanco de constantes y duros flagelos que parte desde la vestimenta hacia códigos de conductas tanto infames como crueles. Además, el fundamentalismo religioso que caracteriza a dicha religión hace que la convivencia con otras religiones sea casi imposible. Esto llevado a un país en el cual predomina la religión católica, es un caldo de cultivo perfecto para el conflicto social. La impotencia y la indignación de la mayoría de los franceses se encuentra en un punto de no retorno, que supo traducir a las urnas en las últimas elecciones, que, dicho sea de paso, el presidente Macron resolvió llevarlas a cabo anticipadamente por la durísima derrota que sufrió su partido en las elecciones europeas.
A resumidas cuentas, Francia se encuentra en un punto de inflexión. Los franceses en clara muestra de repudio hacia el gobierno actual, ha decidido darle una chance a un partido político cuyas recetas traen consigo viejos, traumáticos y tristes recuerdos de una Europa de la primera mitad del siglo XX. Solo el tiempo determinará el futuro de Francia, que por el momento ha elegido combatir fuego con fuego.