Este remate popularizado por el vocero presidencial se ha convertido en el modo de expresar la concreción de una frase o el término de una discusión. Al menos para el que la emplea. Y esta vez fue el gobierno provincial quien la utilizó; llegó el fin de la discusión de los salarios en la provincia de Misiones.
Finalizó el sexto mes de gestión para el gobierno provincial, que hasta finales de abril venía transitando un año con mucha calma, y nos preguntábamos, ¿Qué hacer cuando no se hace nada?. Esta calma que no se entendía si tenía que ver con una desconexión de la realidad o simplemente porque por lo bajo se gestaba un ruido un desencanto.
Este desencanto tuvo epicentro en la olla de los trabajadores del Estado, que agobiados por una realidad nacional y un sistema impositivo provincial que tiende a presionar los precios hacia arriba encontró en un reclamo masivo la lucha de distintos sectores que buscaron respuesta mediante protestas, las cuales fueron desactivadas poco a poco. Aquí se descubre el síntoma de la realidad.
Cuando se activan los focos de reclamos, la primera respuesta del gobierno fue ignorarlos. Poner a prueba la paciencia y capacidad para resistir la lucha, que fue sin dudas el eje de respuesta del ejecutivo, quizás amparado en la insolencia del poder central o la confianza de contener las bases, sin duda que las hipótesis a las que podremos arribar son tantas como las personas que intervinieron en los desenlaces.
Sin embargo, no quiero quedarme en los resultados que sería destacar la “virtud” del gobierno para desactivar estos conflictos, sino ir un poco más allá. Cuando decimos que finalizaron los reclamos debemos indagar en cada uno de ellos y así comprender al menos a la distancia como llegamos hasta aquí, y de esta manera interpretar que los reclamos que se originaron con una poderosa razón desnudaron la principal herramienta con que cuenta el estado para motorizar y desarticular conflictos internos, que son generar la discusión entre sindicatos y la persecución.
Por un lado, el servicio policial que cuenta con referentes y no sindicatos, obtuvo una suma de dinero relativa a cambio de desalojar el acampe y no ser perseguidos por los superiores inmediatos y la promesa de continuar el diálogo; por el otro, el gremio de la salud luego de un acuerdo que desvistió la interna entre sindicatos que se fusionan en el área logró conseguir un segundo acuerdo que ofreció una suma de dinero también relativa a cambio de desalojar el acampe y no ser perseguidos por la superioridad y la promesa de continuar el diálogo; finalmente el gremio docente, que al igual que la salud, dispone de un abanico de sindicatos de primero, segundo y tercer nivel de aceptación del gobierno. Los primeros acordaron una suma que no conformó a los segundos y terceros, y provocó también un largo acampe, que finalmente -al igual que los anteriores sectores- encontró un acuerdo; sin embargo, la particularidad en este es el compromiso de no persecución y la promesa de continuar el diálogo.
Podremos profundizar en distintos análisis que ofrecerán miradas diversas, aunque sin dudas la más clara es que los trabajadores se encontraron con un gobierno, que se tropezó con la receta para ofrecer una solución con base en promesas y una módica suma de dinero utilizando la frase del presidente Milei – no hay plata -.
El concepto de acuerdo indica que las partes encontraron un punto en común y que la próxima vez que se encuentren para conversar será por asuntos distintos; sin embargo, esto no ocurrió. Ya que la base fundamental de los acuerdos concretados se basan en la promesa del gobierno de continuar el diálogo en un futuro no muy lejano, es decir, que ni patrón ni empleado encontraron la solución, más bien decidieron someter sus voluntades a un injusto cuarto intermedio.
El ensayista francés Joseph Joubert sostenía que el objetivo de la discusión no debe ser la victoria sino el progreso, por lo tanto si la aspiración de los trabajadores es mejorar la calidad de sus sueldos y sus realidades, deberán ofrecer una alternativa política a sus demandas, y esta se basa en una profunda discusión interna que promueva el ascenso de nuevos referentes que sean capaces de seducir un electorado que ponga fin a un relato que se escribe en los pasillos de casa de gobierno y se certificó en las escribanías de los acampes, que con justa razón luchan por la dignidad; aunque, la misma será valorada por quienes se vieron afectados estas semanas de cortes de ruta y calles, si realmente encuentran la unidad de los gremios más allá del negocio de los sindicatos oficialistas y pseudo opositores y ofrecen un espacio para el recambio que requiere la provincia y los problemas de fondo que no se han solucionado en los acuerdos firmados y no ocurrirán a menos que exista un fuerte compromiso democrático e institucional.
Si bien es un debate que no encuentra un canal conductor, principalmente por la oferta opositora que, en lugar de proponer el debate en un mismo sentido, pone en vidriera las opiniones de cada uno de los dirigentes, como si esto fuera más importante que el proyecto común que requiere la provincia. Es menester de quienes formaron parte de los acampes de todos los gremios debatir internamente el modelo organizacional que pretenden sin dejar de observar el presente y pensar en el futuro.
Es posible que considerar una provincia que tenga un rumbo distinto al que ofrece el actual gobierno sea difícil, pero será más difícil si aquellos que han tomado relevancia en estas semanas no encuentran los puntos en común para conducir una propuesta electoral que reúna las respuestas a las demandas de los trabajadores del estado, pero principalmente de cada uno de los misioneros.
Esta conciencia requiere de compromiso y astucia, ¿podremos verlo en los próximos meses?