Ya cuando mencionábamos en la columna dedicada al maravilloso país hermano del Perú (véase La delgada línea rojiblanca | Historia reciente del Perú y los sucesivos juicios políticos presidenciales), hacíamos alusión a los conflictos que atravesaba dicho territorio en las épocas de la emancipación de América. Ecuador no fue una excepción; ya que dicho país albergó la reunión de los dos colosos más sublimes de América del sur, los Libertadores José de San Martín y Simón Bolívar. Reunión en la cual Guayaquil fue uno de los temas de la discusión, dado que el primero sostenía que le pertenecía a Perú y el segundo, a la gran Colombia. Luego de dicha reunión San Martín daría por finalizada su lucha por la independencia de América del Sur y Bolívar tomaría la posta en la culminación de aquel sueño que ambos añoraban que consistía en un continente libre, soberano e independiente.
Volviendo a nuestros días, la realidad de nuestro continente se encuentra teñida de un manto gris, conformado por la corrupción, la inseguridad y el narcotráfico. Un triángulo en el que la única manera de existir consiste en la dependencia de cada una de sus partes. Ecuador es el fiel reflejo de lo mencionado; gobiernos cuyos funcionarios se encuentran acusados (inclusive condenados) ya sea por corrupción y/o tráfico de influencias, entre otras acusaciones por delitos que indican connivencias con el “bajo mundo” que en nuestro país también conocemos, tal vez por diferentes nombres a causa de la “jerga” popular, pero que en el castellano neutro son conocidos como grupos de narcotraficantes.
Si bien y como dijimos que en nuestro país también los conocemos, y tenemos ciudades y provincias en las cuales la amenaza “narco” se encuentra cada vez mas arraigada, el caso de Ecuador es diferente, ya que hace tiempo los “carteles” han echado raíces, y como cualquier árbol de antaño, una vez que llega a cierta edad, las raíces se han esparcido de manera tan profunda que se requiere más que una retro excavadora para removerlos.
Sin embargo y como mencioné más arriba, este “triángulo del mal” que funciona como un “círculo vicioso” (que si no fluye se desintegra), ha generado en el flamante gobierno liderado por el presidente Daniel Novoa (electo el año pasado) una actitud que bordea lo paranoico, y que lo ha llevado a cometer errores garrafales, tanto a nivel nacional como internacional. No está demás mencionar que las elecciones generales ecuatorianas del año pasado estuvieron cubiertas de violencia sin precedentes, llegando a tal nivel que el candidato a presidente con mayor intención de votos, Fernando Villavicencio fue asesinado a balazos en plena vía pública, crimen que luego se auto adjudicarían las organizaciones ligadas al narcotráfico. Es por eso que, por esta vez, he decidido dividir en dos partes la columna.
Paranoia diplomática
Si algo caracteriza al nuevo gobierno ecuatoriano, es la intención de transparentar sus actos, diferenciándose tal vez de sus antecesores, que, en varios casos, han sido imputados, procesados y condenados por la justicia, cuyas causas se encuentran ligadas a la corrupción, llegando a involucrar a las altas esferas (presidente y vicepresidente). Inclusive el expresidente Rafael Correa contaba con un pedido de captura internacional por causas ligadas a la corrupción.
Todo este cúmulo de funcionarios cuyos actos no eran del todo honestos sirvió para que el presidente Novoa plantee un gobierno en las antípodas de lo nombrado antes; lógicamente, esto derivó en un intento implacable por llevar a la justicia a todos aquellos que consideran sospechosos, así como también, incluyó a los ya imputados y procesados por delitos ligados a la corrupción. Sin embargo y como suele ocurrir cuando uno intenta de sobremanera, subsanar o modificar al extremo ciertas cuestiones o comportamientos, se puede volver paranoico y una vez que esto sucede, la toma de decisiones puede volverse tanto extremas como erróneas o ambas combinadas.
Exactamente esto sucedió cuando el gobierno de Ecuador decidió irrumpir en la embajada mexicana en Quito y llevarse por la fuerza a Jorge Glas, ex vicepresidente de la administración de Rafael Correa, condenado por corrupción y puesto bajo libertad condicional.
Sin embargo, el conflicto con México no comenzó a partir de esta situación. A mediados de marzo aproximadamente, el presidente López Obrador criticó de manera innecesaria e impertinente el proceso electoral que como mencionamos más arriba, se llevo a cabo en un contexto de extrema violencia por parte de grupo ligados con el narcotráfico. Dichas críticas, despertaron un extremo malestar en el flamante gobierno del presidente Novoa, que derivó en la decisión de declarar persona “non grata” a la embajadora de México en Ecuador, Raquel Serur. Esto no significó la expulsión de esta, si no una “exclusión” en futuras reuniones o acuerdos diplomáticos.
Los constantes “roces” entre ambos presidentes, tuvo como detonante final, la irrupción de las fuerzas ecuatorianas dentro de la embajada mexicana, es decir dentro de territorio mexicano. Ahora, pongamos claro sobre oscuro: si bien la incursión de las fuerzas de seguridad dentro de la embajada de México fue un hecho totalmente repudiable como inédito y que puede derivar en graves consecuencias internacionales para Ecuador, también debemos decir que la Convención de Asilo político (mejor conocida como la convención de Caracas) estipula en uno de sus artículos que un país soberano no puede albergar a una persona que haya sido condenada por un delito ante tribunales competentes.
Habiendo aclarado estos puntos, la decisión del presidente Novoa ha sido tremendamente desacertada y todavía queda por verse qué tipos de sanciones o castigos caerán sobre Ecuador, y en tanto a México y su presidente “opinólogo”, sumó un nuevo capítulo a sus constantes desatinos políticos-diplomáticos. Mientras tanto México ha roto sus relaciones diplomáticas con Ecuador y retiró a todo su personal de la embajada localizada en Quito, poniéndole fin a casi 2 siglos de estrechas relaciones.
El “todo por el todo” contra el “narco”
Como vengo mencionando desde el principio, el flagelo del narcotráfico funciona a partir de una estructura que se compone de 3 partes (corrupción, inseguridad, narcotráfico). Así, como también mencionamos los numerosos casos de corrupción que salpicaron a funcionarios de administraciones anteriores ligados al “correísmo” y cómo esto inspiró al presidente Novoa a elevar la vara, buscando hasta debajo de la almohada a aquellos procesados y condenados por corrupción, llevándolo al borde de la paranoia, ejemplo de esto último es la incursión de las fuerzas ecuatorianas a la embajada mexicana.
Una de las primeras medidas adoptadas por el presidente Novoa ni bien asumido el cargo, fue decretar lo que se conoce como Estado de Sitio o Estado de excepción, incluyendo un toque de queda establecido desde las 11pm a las 5am. Aclaro esto porque suele prestarse a confusión estas dos herramientas gubernamentales. El estado de excepción (aclaro que el presidente anterior ya lo había decretado e inclusive prolongado) consiste en autorizar a las fuerzas de seguridad (tanto el ejército como la policía) a movilizarse dentro del territorio nacional, así como también lo autoriza al uso de la fuerza, siempre y cuando dichas fuerzas los consideren absolutamente necesario. Dicha medida fue adoptada por el presidente Novoa debido a la extrema escalada de violencia transcurrida en ese momento y que continúa vigente hasta la actualidad.
Si bien el presidente procura ser implacable en su lucha contra las 3 partes que les mencioné, no le será una tarea sencilla mientras ciertos grupos políticos atenten contra sus esfuerzos. Además, mucho se ha hablado de un intento de emular a su par de El Salvador (Nayib Bukele), que supo “pacificar” a su país “a puño de hierro”, esto tampoco será tarea fácil ya que los intereses externos que afectan a ambos países son extremadamente opuestos. Esto se debe en gran parte a la inmensa capacidad petrolera del Ecuador. Efectivamente queridos lectores, es el país del norte que ustedes bien imagina.
En resumidas cuentas: Ecuador se encuentra sumido en una escalada de violencia extrema, que amenaza con llevarse todo por delante y la única forma en la cual se podrá controlar (sumado a las fuerzas de las fuerzas armadas) será a través de grandes acuerdos entre todos los poderes que integran el Estado, como vengo repitiendo. Son 3 patas de una bestia cuyo apetito no tiene límites y el único veneno para combatirlo, será a través de sus raíces. Con una justicia implacable con los corruptos y con una política dispuesta a ir hasta las últimas consecuencias.