La actualidad de Chile: desde las incursiones de organizaciones para-militares venezolanas en el país hasta sus antagonismos con Israel.
“Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es increíble” con esta frase, el celebre Voltaire hacia una descripción exacta del fanatismo. Tres siglos después, su reflexión sigue tan vigente como si el tiempo no hubiese pasado. A los hechos me remito, por eso hoy nos toca hacer un viaje mental y cruzar la fantástica Cordillera de los Andes para llegar a Chile.
El país que supo tener la democracia más estable del continente durante gran parte del siglo XX, y que fue el primero en ensayar un parlamentarismo en Sudamérica, que gozaba de una estabilidad política como pocos, hoy se encuentra transitando un período democrático crítico con sucesos sin precedentes. Por un lado, el asesinato del exteniente venezolano Ronald Ojeda, exiliado en tierras chilenas; por otro lado, las relaciones con el Estado de Israel han ido de mal en peor desde el atentado terrorista perpetrado por Hamas en territorio israelí.
Como bien sabemos, el actual presidente de chile, Gabriel Boric, se identifica ideológicamente con la izquierda. Llegó a la presidencia del país trasandino con promesas de terminar con políticas e instrumentos políticos que aún permanecían del antiguo régimen pinochetista; con un discurso enfocado en las nuevas generaciones, en momentos sociales álgidos. El presidente -en aquel entonces candidato- Boric se alzó con un triunfo contundente y a los pocos días de asumir, modificó su discurso, saliéndose de la izquierda y corriéndose más hacia el centro, teniendo en cuenta que ya no pretendía el poder, ya lo había conseguido (cualquier semejanza que al lector se le pueda ocurrir no es mera coincidencia). Sin embargo, algo cambió este año, y el presidente Boric, de cierta forma ha dejado aflorar su costado más “izquierdista”.
El 21 de febrero, el exteniente primero del ejército venezolano, Ronald Ojeda Moreno, fue secuestrado en horas de la madrugada, en Santiago de Chile. Inmediatamente se lanzó un operativo de búsqueda que 9 días después culminaría con el hallazgo del cuerpo sin vida del exteniente. Recordemos que el militar retirado llegó a Chile en el año 2017, solicitando asilo político ya que venía escapando de las torturas y el encarcelamiento clandestino que le había impuesto el régimen del presidente venezolano Nicolás Maduro. Llegó con su familia, lleno de ilusiones de nuevos comienzos, dejando atrás los demonios del régimen “madurista”. Siguiendo las diferentes hipótesis que manejan los investigadores, una de ellas indica que esos mismos demonios lo alcanzaron en esa fatídica madrugada de febrero, ya que existen indicios de que “el tren de Aragua”, una de las bandas criminales más importantes de Sudamérica y cuyo origen es venezolano, estaría involucrada en el secuestro. Desde que el incidente comenzó, el mensaje del presidente Boric no fue inmediato y al principio hasta casi ambiguo, dando indicios de que su gobierno no dimensionaba el flagelo de un acto casi terrorista sucedido en su suelo y que involucraba a un asilado político, llevado a cabo en la capital de su país y con una precisión y eficacia que tendría que haber encendido todas las alarmas. Además de esto y luego de consumado el infame asesinato, el gobierno chileno aún rechaza todo tipo de probabilidad que indique que organizaciones paramilitares y criminales como “el tren de Aragua” esté operando en su país. Por el momento, el régimen “madurista” ya se ha despegado del asesinato a través de las declaraciones de uno de sus lideres, Diosdado Cabello, que, parafraseando sus declaraciones, culpabiliza directamente a Chile por “refugiar terroristas”. La respuesta del gobierno chileno estuvo mas enfocada en el tono de las declaraciones, que el contenido de las mismas. Lo que acá denominaríamos “una respuesta tibia”.
Estas reacciones ambiguas de parte de la administración del presidente Boric abren varias interrogantes acerca de las investigaciones en curso: el inmediato rechazo hacia una probable conexión con fuerzas para militares operando en territorio chileno, siendo que varios sectores cercanos al poder sostienen por lo bajo que hace aproximadamente 3 años organizaciones criminales y para militares venezolanas entran y salen de Chile a gusto y placer; las tímidas respuestas hacia las furiosas declaraciones de la dictadura venezolana no hacen más que levantar sospechas en cuanto a las resultados que arrojarán las investigaciones y acciones que se están llevando a cabo mientras usted lee esta columna y no podemos evitar preguntarnos si es que el sesgo ideológico del presidente Boric juegue un papel preponderante a la hora de accionar en un caso que hace temblar aún mas los cimientos de su desgastada gestión.
Por otro lado, y no menos importante, debemos hablar de las malas relaciones diplomáticas que mantienen con el Estado de Israel. Como es de común conocimiento, los primeros días de octubre la organización terrorista Hamas llevó a cabo una de las barbaries mas salvajes de los que se tenga memoria dentro de territorio israelí, esto provocó una respuesta del Estado de Israel, ocupando la zona de Gaza y atacando con furia puntos clave en los cuales, según la inteligencia israelí, se encontraban escondidos miembros de Hamas. Dicho ataque terrorista generó reacciones de todo tipo a lo largo y ancho del planeta, la de Chile una vez más, dejó mucho que desear.
Sin embargo, y para ser justos, Argentina, Brasil y Chile tuvieron reacciones similares. Condenas a medias y con una liviandad dignas de gobiernos cuya balanza se inclina hacia la izquierda. Si bien sabemos que actualmente la Argentina ha cambiado de presidente y se movió desde la centro izquierda hacia la centro derecha, Brasil y Chile siguen bajos los mismos signos políticos. La administración del presidente Boric, no conforme con su tenue condena a los actos terroristas perpetrados por Hamas, se enfocó mas en condenar la respuesta de Israel (que podemos cuestionar que sea proporcional o excesiva). Esto sumado a las ásperas relaciones diplomáticos con el actual embajador israelí Gil Artzyeli, del cual fue reacio a aceptar sus credenciales (tradición formal que se realiza cada vez que existe un cambio de gobierno o un cambio de embajador) hasta último momento. La “frutilla del postre” de esta tumultuosa relación se produjo hace unos días cuando Chile (aprovechando su calidad de anfitrión) decidió no invitar a los representantes de Israel a la Feria Internacional del Aire y del Espacio 2024 (FIDAE), un evento de suma importancia en cuanto al despliegue militar de cada uno de los países participantes y que por primera vez desde 1980, Israel fue excluido. El embajador Artzyeli sostuvo en declaraciones que se encuentran analizando opciones de reclamos, ya sea elevarlo a la cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) o en la Organización Mundial del Comercio (OMC), ya que según palabras del embajador es un claro acto de discriminación, cuando le consultaron al presidente Boric, sostuvo que “es una posición de principios y respeto irrestricto a los derechos humanos que están siendo violados de manera flagrante por parte del Ejército de Israel y el gobierno del señor (Benjamín) Netanyahu” en la franja palestina de Gaza, “y eso lo pueden ver diariamente”. Una vez más, todo indica que el presidente chileno inclina la balanza hacia la izquierda, ya que, así como condena enfáticamente a Israel, hace caso omiso a los rehenes israelíes que aun se encuentran en manos de Hamas sufriendo vejaciones de todo tipo, día tras día.
Entre tanta ambigüedad optativa y condenas selectivas, los interrogantes se van sumando a la niebla espesa que solemos llamar fanatismo ideológico.
Ya para ir culminando, podemos ver cómo el país trasandino en varias ocasiones se ha inclinado más por la ideología que por los hechos fácticos y objetivos que cada caso muestra, eligiendo ignorar indicios con tal de no confrontar con un régimen dictatorial o mostrando un claro apoyo a Palestina, cuestionando cada medida que el Estado de Israel ha tomado en respuesta al ataque terrorista de Hamas en su territorio, eligiendo casi pasar por alto las aberraciones cometidas por estos últimos, y vuelve a surgir la interrogante sobre las ideologías, ya que es de común conocimiento el “romance” que mantienen las ideologías de izquierda con la “causa Palestina”. Lo cierto es que, hasta ahora entre tanta ambigüedad optativa y condenas selectivas, los interrogantes se van sumando a la niebla espesa que solemos llamar fanatismo ideológico.