En Haití, una nueva ola de violencia se desató con la alianza de pandillas que se juntas tomaron el control del territorio. Todo comenzó el pasado 29 de febrero, cuando estas organizaciones atacaron la principal cárcel de la capital, Puerto Príncipe, liberando a casi 3.700 presos.
Desde entonces, los pandilleros cerraron el aeropuerto, bloquearon los principales puertos y carreteras, y atacaron las comisarías y edificios gubernamentales.
En una entrevista exclusiva en “La Última Rosca”, el programa que conducen Alejandro Chini y Bryan Villalba en Radio Up 95.5, el ingeniero químico haitiano Wilki Desrosin compartió su preocupación y profundo pesar por la situación actual en Haití, marcada por la inestabilidad política y la violencia desenfrenada.
Actualmente no reside en el país, sigue de cerca la situación que enfrenta su familia y comparte sus observaciones sobre la crisis que azota a la nación caribeña. «Es lamentable, muy lamentable, lo que está pasando en Haití», expresó.
«Para un haitiano nacido después de 1986, nada de esto es sorprendente. Siempre es una repetición de lo mismo, gobiernos inestables, golpes de Estado y una sensación constante de caos. La situación es como pelear contra algo invisible, peor que un virus, la inseguridad».
Wilki Desrosin en La última Rosca
El origen del conflicto
Haití tiene raíces profundas y complejas que remontan la historia al periodo colonial y postcolonial. El ingeniero describió cómo las bandas criminales han tomado el control de la capital, Puerto Príncipe, y cómo la población vive atrapada entre un gobierno ineficaz y la amenaza constante de la delincuencia. Señaló la falta de tradición democrática en Haití y la influencia desproporcionada de las organizaciones criminales sobre el Estado.
«Es uno de los países más democráticos de América Latina en teoría, pero en la práctica, el Estado es débil y las decisiones importantes son tomadas por un grupo de embajadas extranjeras», explicó Wilki. «La influencia de estos países en los asuntos internos de Haití es abrumadora, lo que complica aún más la situación política y social» agregó.
La crisis política y de seguridad en Haití comenzó en julio de 2021 con el asesinato del presidente Jovenel Moïse a manos de mercenarios colombianos contratados por una empresa de seguridad de Miami. Con este suceso, Ariel Henry asumió como primer ministro interino. Sin embargo, renunció el pasado martes 12 de marzo después de que se le impidiera regresar al país tras buscar apoyo de las fuerzas de seguridad en Kenia.
Las pandillas aprovechan la inestabilidad política para expandir su control territorial, la guerra entre pandillas ha provocado un aumento significativo en los homicidios en Haití.
En 2023, hubo casi 4.800, lo que representó un aumento del 119% con respecto al año anterior. La mayoría de estos ocurrieron en la comuna de Cité Soleil, en el área metropolitana de Puerto Príncipe y son los pandilleros que controlan el 80% de la capital y puntos clave del valle de Artibonite, donde se concentra la producción agrícola del país.
Wilki describió la situación económica y social en el país, la parálisis de los servicios básicos y la inflación descontrolada. Explicó la falta de funcionamiento de la capital afecta a todo el país, y limita el acceso al transporte y dificulta la vida cotidiana de los ciudadanos.
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Ayuda internacional
La oferta del presidente Bukele de El Salvador para colaborar en la reorganización de Haití es un “arma de doble filo”. Wilki apuntó que las políticas de El Salvador no se aplican directamente a la compleja realidad de Haití. Explicó que la intervención de Bukele podría «organizar rápidamente el país, pero también podría provocar un derramamiento de sangre por el poder descontrolado de las bandas criminales en Haití». Además, indicó que entregar armas en un contexto de salvamento nacional presenta desafíos adicionales, dada la falta de una cultura de cumplimiento de la ley en Haití.