Ese es el título del libro que fue publicado el 1 de febrero, relata la vida de Mama Antula bajo la mirada de las periodistas Nunzia Locatelli y Cintia Suárez. María Antonia de Paz y Figueroa será canonizada en Roma el 11 de febrero.
Las autoras, una italiana y la otra argentina, investigaron en los últimos trece años en numerosos archivos, recogieron testimonios y siguieron atentamente el desarrollo de la causa de beatificación, que se inició en 1905 y culminó el 27 de agosto de 2016, al ser declarada beata en una ceremonia realizada en Santiago del Estero, su tierra natal.
En 2022 encontraron en el Archivo di Stato di Roma un fascículo perdido del patrimonio ex jesuítico, con más de 300 hojas manuscritas, un intercambio de cartas entre el jesuita santiagueño Gaspar Juárez (desterrado en Roma), el destacado hombre público cordobés Ambrosio Funes y María Antonia de Paz y Figueroa, que se hallaba en Buenos Aires.
Entre las páginas del libro, se reproduce una carta en italiano del sacerdote santiagueño Francisco Uriarte, capellán de la obra de María Antonia, quien el 7 de septiembre de 1786 se maravilla por la sobreabundancia de cosas para el mantenimiento de la casa de ejercicios, que “no tiene ningún ingreso económico, sin asignación fija, y tiene que pagar un alto alquiler, y que mantiene durante un año miles de personas, sin que nadie pague nada”. Y se pregunta: “Cómo pudo subsistir tanto tiempo?”, “¿Cómo puede suceder esto, si no se dice que el Señor tiene una providencia particular en esta Santa Casa?”. Y comenta que viendo esos prodigios, “todos la llaman la Casa de la Providencia”.
El texto es ameno, cuenta numerosas anécdotas –incluidos hechos inexplicables, sucesos sobrenaturales y dones, como la bilocación, premoniciones, la transformación de alimentos, la lluvia que “no la mojaba”-, algunas provenientes de documentación en el proceso de beatificación y otras de testimonios transmitidos por tradición oral en ámbitos familiares.
Los capítulos son breves y sus títulos se suceden dando una idea cronológica del desarrollo de su vida: “Llegó a este mundo Antula”, “Ni marido ni convento”, “Aprendiendo de sus maestros”, “Heredera de los jesuitas”, “Lista para emprender su misión”, “Una mujer toma el mando”, “Por los caminos, descalza”, “Llegar hasta donde Dios no sea conocido”, “Primeros pasos en Buenos Aires”, “Del otro lado del Río de la Plata” (extendió los ejercicios a Montevideo), “Mama Antula y los próceres de Mayo”, “Morir en Buenos Aires”…
El estilo es ágil y llevadero, y manifiesta precisión en los detalles. Una atenta lectura no advierte en el texto erratas o faltas de congruencia. Con motivo de la publicación, el papa Francisco envió una breve carta a las autoras, que dice: “Esta canonización hará mucho bien al pueblo argentino”.
¿Quién fue Mama Antula?
Nacida en 1730, María Antonia de Paz y Figueroa se acercó de joven a los padres jesuitas. A los quince años ingresó en un beaterio de mujeres que procuraban vivir su espiritualidad jesuítica sin ser una congregación religiosa, mejorando su formación y cultivando la piedad, y sirviendo a los más humildes. Cuando los jesuitas fueron desterrado de toda América en 1767 por orden del rey Carlos III de España, ella se animó a seguir propagando los ejercicios espirituales ignacianos, recurriendo a otros sacerdotes y acompañada por mujeres colaboradoras, por todo el noroeste argentino.
Caminó descalza hasta la capital del entonces virreinato del Río de la Plata, Buenos Aires, la ciudad donde muchos miles de personas se acercaron a Dios en esos ejercicios que reunían durante varios días a gentes de las más diversas condiciones sociales, desde funcionarios del virreinato, militares y propietarios adinerados hasta servidores y esclavos, sin hacer acepción de personas.
(Fuente: AICA)