Equipos de emergencia todavía se encuentran sacando cuerpos enteros de entre los escombros, tres días después de que se iniciara el fuego descontrolado y afectara gravemente a Valparaíso, Viña del Mar, y ciudades menos conocidas pero densamente pobladas.
El SML indicó que hasta el mediodía reportaban en la Región de Valparaíso 122 fallecidos, de los cuales solo 32 cuerpos fueron identificados y se realizaron 40 autopsias. El último informe del domingo daba cuenta de 112 muertos mientras el presidente de Chile, Gabriel Boric, reiteró que la cifra crecerá en lo que consideran «la peor tragedia» en el país tras el terremoto de 2010 en el que murieron más 500 personas. Sumado a esto, se trata de uno de los incendios forestales más mortíferos del siglo XXI.
Se prevé que el número de víctimas por el peor desastre ocurrido en el país en años aumente aún más a medida que residentes, bomberos y militares se apresuran a despejar áreas residenciales de las ciudades costeras de Valparaíso y Viña del Mar, donde bolas de fuego consumieron casas en minutos.
En ese sentido, las autoridades reiteraron que es difícil el trabajo «de levantamiento de cuerpos» porque hasta el domingo había lugares con focos de fuego cerca, pero también porque hay casas y vehículos carbonizados. Sumado a esto, personal especializado arrojaba desde helicópteros toneladas de agua para ayudar a aplacar las llamas.

Los incendios que estallaron en el centro de Chile cobraron fuerza el fin de semana y asolaron sectores de las ciudades de Viña del Mar y Valparaíso. Cientos de personas siguen desaparecidas y unas 14.000 viviendas resultaron dañadas. Al respecto, la alcaldesa de Viña del Mar, Macarena Ripamonti, explicó que «hay 190 desaparecidos» en la ciudad y que 20.000 vecinos quedaron damnificados. Los siniestros también dejaron sin luz, agua y bajo una nube humo a vecinos de Quilpué y Villa Independencia, de las zonas más pobladas de esa región a unos 120 km al noroeste de Santiago.
El subsecretario de Interior, Manuel Monsalve, indicó el domingo que había 165 incendios activos, frente a los 154 del sábado. Las autoridades impusieron un toque de queda en las regiones más afectadas para facilitar las labores de los médicos forenses, la limpieza de escombros e intentar reponer algunos servicios públicos, a lo que se sumó el envío del ejército para ayudar a los bomberos a detener la propagación.
Además, el funcionario precisó que las temperaturas ligeramente más bajas y la nubosidad podrían ayudar a las autoridades a apagar los incendios en los próximos días. «Vamos a seguir teniendo temperaturas altas, pero no extremas», afirmó el ministro en conferencia de prensa.
Por su parte, la Policía de Investigaciones (PDI) sostuvo que estaba indagando áreas donde los incendios podrían haberse iniciado intencionalmente. En esa línea, medios locales informaron el lunes que dos personas habían sido detenidas bajo sospecha de iniciar incendios. Asimismo, tanto el presidente como el Ministerio el Interior declararon que sospechan que los incendios fueron provocados y prometieron investigar hasta dar con los responsables.
Las autoridades combaten al menos 40 incendios
Algunos focos de los incendios empezaron el miércoles, el mismo día que se hizo sentir una ola de calor con temperaturas por encima de 40 grados y el viernes en la tarde se propagaron en cuestión de horas. Los brutales incendios figuran entre los tres más mortíferos del siglo XXI, junto con los de Australia en 2009 (179 fallecidos) y los de Hawái en agosto 2023 (más de 100). El hecho se da en medio de la severa ola de calor que alcanza a Chile, Argentina y otras partes del cono sur de Sudamérica.
Aunque las condiciones climáticas mejoraron, los equipos aún combaten al menos 40 incendios, con algunos focos que causaron evacuaciones preventivas al norte de Santiago, y en Galvarino, 400 km al sur de la capital, cerca de una extensa región arrasada por el fuego en febrero del año pasado.
Apoyados por 31 helicópteros y aviones con una importante capacidad de descarga (de refrigerante y agua), unos 1.400 bomberos, 1.300 militares y voluntarios combaten las llamas. El presidente Boric, que en casi dos años de gobierno incrementó en un 47% el presupuesto para la prevención y combate de incendios, decretó el estado de excepción por catástrofe para movilizar la mayor cantidad de recursos.
No obstante estas acciones, Chile está en mora de revisar y modernizar su estrategia frente a catástrofes de esta magnitud. «No tenemos equipos de combate aéreo nocturno (…) Por lo tanto, la probabilidad de que todo el trabajo que se ha hecho durante el día se pierda durante la noche es cada vez más alta», remarcó Michel De L’Herbe, experto en gestión de emergencias, a radio Cooperativa.

Las partes más castigadas se encuentran en una zona que desde hace décadas se superpobló sin planificación y en la que, por su cercanía a la costa del Pacífico y también a Santiago, viven familias de clase media y otras en asentamientos precarios y pobres. La alta densidad poblacional en terrenos de difícil acceso, sumada a la prolongada sequía en Chile y las altas temperaturas, facilitaron la propagación de los fuegos.
En Viña del Mar, los pobladores se movilizaron durante todo el día llevando agua, ropa, comida a las zonas más castigadas por las llamas. Con palas y escobas, familias y grupos de amigos ascendieron a los cerros para realizar brigadas de limpieza. Sin embargo, el tráfico empeoró con la llegada de voluntarios, gente que quiere ayudar a familias y asistir a mascotas. También están trabajando bomberos y equipos oficiales buscando víctimas en sitios quemados.
En pleno verano austral, esta zona de playas tiene gran parte de sus hoteles sin empleados debido a que resultaron afectados por la catástrofe, que dejó una estela de colinas con casas quemadas y vías estrechas tapadas de vehículos que hasta ahora se desconoce si estaban estacionados o si estaban ocupados por personas que intentaron evacuar.
