Las manifestaciones han sido motivo de análisis a nivel global; en ciertos países limitadas por sus constituciones y fuertemente sancionadas, incentiva a modelos de protesta vinculados a un cambio de eje productivo. En argentina, en cambio, el rechazo a una acción de gobierno es suficiente motivo para desalentar la jornada laboral por parte de distintos gremios.
La historia del sindicalismo argentino resulta rica en contenido y vacía en conceptos; producto de una des-actualización de intereses y de ideas. La existencia de los sindicatos tuvo fuertes razones a lo largo de la historia, al menos en sus inicios; sin embargo, esto fue decantando poco a poco debido a varias razones.
Por una parte, el sindicalismo que nace en el 1930, en la sigla CGT –Central General de Trabajadores-, que supo contener a una importante masa de obreros del país, tuvo su génesis en un contexto de una crisis económica global que si bien no afectó de lleno a la Argentina generó una importante inestabilidad. Paralelamente, la aparición de un primer gobierno militar los motivó a posicionarse en defensa de una clase que comenzaba a ver la luz, sector al que un gobierno lo empezó a contener, como ocurrió con el derrocado Hipólito Irigoyen.
Este sindicalismo argentino que supo concebir a varios referentes que lucharon por los obreros, sostenían ideas claras y firmes en relación con la vida económica y laboral de la masa trabajadora del país; que encararon distintos enfrentamientos con el Estado nacional que incluso les arrebató sus vidas como el caso de José Ignacio Rucci, Augusto Vandor o incluso Carlos Fuentealba. Todos asesinados por un gobierno que no soportó las ideas y propuestas de un sindicalismo fuerte, serio y comprometido con su causa.
Si bien el modelo de manifestarse en Argentina fue claro y logró varias adhesiones, también tenía pautas claras que justificaban esta actitud protestante. Sin embargo, con el correr de los años lo que fue evidente fue el crecimiento de organizaciones sociales al calor del poder económico que les dio la asociación con el Gobierno. Organizaciones que fueron construyendo imperios sindicalistas de tipo imperialista y que como gobierno paralelo ofrecen obras sociales, viajes, entretenimiento, aunque detrás de cada una de estas actividades hay un negocio y cientos de involucrados al negocio.
Estas características mencionadas del nuevo sindicalismo argentino distan mucho del origen de estos gremios que nacieron para garantizar igualdad entre los trabajadores y derechos auténticos.
El conflicto de representación sindical fue creciendo a partir del momento en que se volvieron militantes de un partido, y aquellos que debían mantener la imparcialidad y luchar por sus representados sucumbieron ante la codicia del dinero militante en lugar del principio de representación sindical.
Hoy, a menos de 100 días de un gobierno con el que todo argentino está en su derecho de no estar de acuerdo, resulta cómico -si no fuera trágico- que la CGT y adherentes promuevan un paro en reclamo de no se sabe qué, en contra de no se sabe qué, y a favor de no se sabe qué.
Seguramente hay quienes siguen enamorados de los ‘70 y de las luchas “épicas” de la época y tratan de explicar y justificar este accionar, que en principio no cuenta con ninguna razón clara, más que la ideologización de un movimiento que ya no es lo que fue y pretende explicar que la razón de la crisis actual es el resultado de un gobierno que lleva 44 días al frente del ejecutivo.
Sin ánimo de caer en el facilismo de preguntarnos dónde estuvieron los sindicatos durante los gobiernos kirchneristas, debemos repensar si la respuesta a la crisis económica es el resultado de malas decisiones gubernamentales o el incremento de una masa de infames personas que enroladas bajo la figura de sindicalistas instan a cortes de calles y conatos de violencia solo para defender sus arcas personales y familiares.
Quizás una alternativa que debería explorar el sindicalismo es volver a las bases de sus reclamos: “Queremos trabajo, sueldos dignos y libertad de agruparnos en busca de soluciones económicas”. Mientras se siga luchando con una venda en los ojos y suponiendo que el empleo es pleno como lo fue hace 50 años, las manifestaciones sindicales no tendrán ninguna razón de ser en Argentina. De modo tal que la única manera de corregir el rumbo del país es con trabajo, empleo, dignidad y moral.