La semana de las discusiones internacionales nos llevó a replantear los problemas locales, en algunos casos con una limitada inspiración. A vuelo rasante diría un experimentado aviador, tan rasante que algunos planteos que se creían zanjados volvieron a refrescar la memoria de aquellos ávidos lectores de la historia universal. Mientras todo esto ocurre, algunos actores locales de moral distraída sugieren una caprichosa movilización.
José Ingenieros supo escribir algo semejante a un manual para poder comprender al confundido ser humano, que navegando entre la supervivencia y la autenticidad, describe vestigios de normas morales e intelectuales que lo posicionan en un lugar de utilidad. Esta significativa descripción, que recoge amores y odios, no es más que la abrumadora verdad de aquellos que con una mísera cuota de poder transcurren la vida importunando o aportando a la sociedad.
Sin duda, este pensamiento que lleva un siglo de existencia no pierde vigencia aún en tiempos donde la hiperconectividad nos debería mantener actualizados y alejados de los pensamientos históricos retrógrados o incluso de luchas que ya no existen, al menos en la forma que fueron conocidas.
Tuvimos un suceso semanal, al cual nos vamos acostumbrando de la mano del presidente Javier Milei; que en esta oportunidad en un importante encuentro de empresas y diferentes fondos económicos principalmente de origen privado ha insinuado que los problemas que atraviesa hoy la humanidad están vinculados a una lucha de clases o más bien de modelos de gobierno, es decir, que los imprevistos que atravesamos se deben a un occidente que encuentra en el modelo socialista refugio para administrar sus gobiernos, mientras que los países que abrazan el capitalismo feroz son los que atraen consigo prosperidad y paz a los pueblos.
Palabras más, palabras menos, esta valoración de la actualidad occidental no necesariamente es desacertada; sin embargo, lo confuso en ella puede ser que se pretende volver a discutir temas que han sido resueltos para la humanidad hace más de 40 años. No obstante, hay gobiernos que a razón de justificar su posición “ideológica” encuentran en el modelo socialista un mecanismo adecuado para enriquecer sus arcas personales, allí la discusión no se resuelve entre el socialismo o el capitalismo, sino a través de la moral de los tartufos que abundan y en muchos casos consumen las buenas ideas de la sociedad.
Sobre el capitalismo y sus virtudes, a raíz de estas palabras -sin importar el lugar ideológico que ocupen los analistas locales- no se debe desatender que el presidente cosechó opiniones a nivel global, lo cual es una oportunidad, luego de un lamentable gobierno kirchnerista que ubicó a la Argentina lejos de las relaciones comerciales del mundo. Incluso movilizó a que importantes empresarios y dueños de las fortunas más importantes como Abigaíl Disney, Brian Cox y Valerie Rockefeller entre otros, indiquen que es necesario que se incorporen más impuestos a sus fortunas, esto permitirá lograr una mayor redistribución de la riqueza y controlar la ferocidad del capitalismo.
Por otra parte, y en discusiones de cabotaje, tenemos a los empresarios locales constructores de fortunas a base de gerenciar la pobreza, hablamos en este caso de los sindicalistas argentinos. Tal es la hipocresía que se escurre en las calles del país central que aquellos que se muestran enfadados por las decisiones que ha tomado el presidente hoy no logran explicar cuál es la causa de su convocatoria a un paro nacional.
Basta con observar las pizarras de los supermercados para encontrar que las ofertas que ofrecen son un conjunto inexplicable de sobreprecios a productos de primera necesidad para comprender que la crisis económica es real en la Argentina, sin embargo, esto no es elemento suficiente para que los que gerencian la pobreza marchen por las calles demostrando su enojo por lo que ocurre; principalmente por su complicidad mientras este desastre se desarrollaba y por su inexplicable representatividad.
Es que mientras algunos señores se arrogan la representatividad de las personas, algunos con pocos votos y otros sin haber sido parte de una oferta electoral, deciden marchar exigiendo una pronta solución económica que no vendrá de la mano de los cortes de calles, sino en la unidad nacional auténtica que permita poner el foco en las cuestiones urgentes, creación de empleo genuino, facilidades para la creación de empresas y seguridad social en todos los aspectos conocidos.
La unidad nacional auténtica se evidenció pocas veces en nuestro país, lamentablemente ocurrió ante hechos de gravedad institucional o violencia bélica. Quizás en esta oportunidad logremos ver que esta unidad pueda repetirse como hace 2 años al consagrarse la selección de fútbol, pero en este caso para garantizar la solvencia de un país que como dijera Raúl Alfonsín alguna vez, «hay hambre en las calles no por falta de comida sino por exceso de inmoralidad».
Hoy, más que nunca, es imprescindible que aquellos que se arrogan la representatividad y aquellos que efectivamente la tienen comiencen a discutir un país donde quepamos todos y los agoreros no tengan lugar en las opiniones, menos aún en las definiciones. La compleja situación requiere respuestas urgentes y necesarias, sustentadas en consensos de orden nacional y que no abracen ideologías de ningún tipo.