Cada 19 de enero se celebra desde 1950 la creación de la Federación Argentina de Trabajadores Cerveceros y Afines y se festeja como el Día del Trabajador Cervecero. La fecha coincide con el pleno verano en el país, fechas en la que aumenta el consumo de cerveza.
Pese al avance de la tecnología, el oficio del cervecero conserva una importancia fundamental dentro del proceso. Son los encargados de degustar y aprobar la bebida que luego llega a la mesa del consumidor.
La Federación de Cerveceros se fundó en Quilmes, una ciudad icónica para la cerveza que le dio nombre a una de las marcas más populares de la historia argentina de esta bebida. Además, la localidad del sur del conurbano alberga al día de hoy una de las cervecerías más grandes del País.
Monjes cerveceros
Si bien a lo largo de la historia, varios productores de bebidas buscaban elaborarlas con diferentes técnicas para obtener un mejor sabor. En esta oportunidad se destaca el trabajo de unos monjes, que buscaban potabilizar agua para el consumo, pero lograron recrear una bebida que era consumida por los pueblos de la edad antigua.
La elaboración en los monasterios surge de necesidades muy prácticas y contingentes. Muy a menudo, en el pasado, la cerveza constituía un verdadero alimento para estas comunidades encerradas en sí mismas, incapaces de acceder, sobre todo en determinadas épocas, a otras formas de sustento.
Así, el lúpulo, con sus propiedades antisépticas, potabilizaba el agua que de otro modo estaría impura y estancada, permitiendo a los monjes y peregrinos que eran sus invitados beber sin riesgo de contraer infecciones. Incluso durante los períodos de ayuno, se permitía beber cerveza en los monasterios.
La cerveza monástica incluye diferentes tipos. Los términos simple, doble y triple con el que se clasifican estas bebidas tiene orígenes antiguos. No se refiere al proceso de fermentación, sino a las materias primas utilizadas, en particular a la concentración de malta y otros granos.
Durante la Edad Media, la cerveza normal y ligera estaba destinada a simples monjes, agricultores que gravitaban alrededor del monasterio y trabajadores, mientras que las personas de alta cuna estaban destinadas a una cerveza más fuerte y de mayor calidad, producida con más malta. Como los posaderos y quienes tenían que transportar los barriles de cerveza no sabían leer, se dibujaron cruces con tiza en los barriles: una para la cerveza normal, la Single; dos para la más pesada, la Dubbel y tres para la alambique cerveza más fuerte, la Tripel.
Estos términos todavía se utilizan hoy en día, normalmente Dubbel para la cerveza oscura y Tripel para la cerveza rubia, mientras que Single ha caído un poco en desuso y se ha añadido Quadrupel para la cerveza oscura con un contenido de alcohol aún mayor.
Santos cerveceros
Esta bebida también tiene sus santos canonizados. Por ejemplo San Arnulfo de Soissons, quien según la tradición decía: “De la obra del hombre y del amor de Dios llegó la cerveza al mundo”.
Este obispo vivió en el siglo XII y su memoria se celebra el 14 de agosto. Después de vivir algunos años como ermitaño, alrededor de 1077 se convirtió en abad del monasterio benedictino de la abadía de San Medardo en Soissons, Francia, y posteriormente fue nombrado obispo de Soissons. Sin embargo, unos años más tarde Arnolfo decidió retornar a la vida monástica.
Fundó la Abadía de San Pedro en Oudenburg, en Flandes, y aquí comenzó a producir cerveza, para ayudar a la población local a evitar infecciones y patologías por las bacterias presentes en el agua, que eran eliminadas con el proceso de fermentación. Pasó el resto de su vida en la Abadía de San Pedro en Oudenburg, donde murió en 1087. La iconografía clásica lo representa vestido con túnica de obispo y sosteniendo una pala para remover cerveza.
Otro santo Cervecero es San Armando de Maastricht, monje de la orden fundada por San Columbano y ermitaño primero, luego obispo y misionero. Vivió en el siglo VI y es originario de Francia. Este religioso viajó por toda Europa para llevar su mensaje evangélico, pero también para enseñar a la gente a producir cerveza. Celebrado el 6 de febrero, es el patrón de los cerveceros y comerciantes de vino.
Hay también mujeres dedicadas a este oficio, como Santa Hildegarda de Bingen, nacida a finales del siglo XI en Alemania. Fue una figura de enorme influencia en la historia cultural y política de la Europa de la época. Se dedicó a la botánica e investigó las excepcionales propiedades del lúpulo como conservante, estabilizante y antiséptico. Fue ella quien descubrió que añadir lúpulo hacía que la cerveza durara más y fuera más saludable. Gracias a sus descubrimientos este ingrediente se convirtió en una constante en la elaboración de la bebida.
Y como no poner a San Patricio, patrón de Irlanda y protector de los locos y los ingenieros, en realidad no tiene nada que le relacione con la cerveza, salvo el consumo de esta bebida por parte de todas las comunidades irlandesas del mundo con motivo de su fiesta, el 17 de marzo. Vivió entre los años 385 y 461 y era de origen escocés. Su verdadero nombre era Maewyin Succat. El Día de San Patricio es la fiesta nacional más importante de Irlanda. Se celebra con desfiles, conciertos, fuegos artificiales y, de hecho, excelentes cervezas en los pubs.
San Arnulfo de Metz. vivió entre los siglos VI y VII. Es considerado uno de los patrones de los cerveceros debido a un curioso milagro que se le atribuyó tras su muerte. Al fallecer, los ciudadanos de Metz llevaron sus restos a la ciudad de la que había sido obispo en una solemne procesión. Cansados y sedientos, se detuvieron en una taberna de Champignuelles, pero descubrieron que sólo quedaba una jarra de cerveza. Y así, de milagro, aquella taza se volvió inagotable, llenándose cada vez que se vaciaba, y todos los ciudadanos pudieron beber hasta saciarse.