«En Belén no vemos un dios iracundo que castiga, sino al Dios misericordioso que se encarna, que entra débil en el mundo y quiere sorprendernos desde el pesebre», destacó el Papa Francisco durante la misa de Nochebuena en la basílica de San Pedro.
El sumo pontífice presidió la misa de Nochebuena en la basílica de San Pedro. A raíz de sus problemas de movilidad, el pontífice dirigió los ritos iniciales, leyó la homilía y siguió la parte central de la celebración desde un sitio destacado en una tarima frente al Altar de la confesión.
La Eucaristía fue concelebrada por un grupo de cardenales, obispos y unos 200 sacerdotes en la que se mantuvieron los ritos marcados en el pontifical para esta Noche Santa, como son el anuncio de la Navidad con el canto de la Calenda antes de la misa, realizado en esta ocasión por un cantor del coro de la Capilla Sixtina o la veneración del Niño Jesús. También se mantuvieron otros ritos propios como la colocación del libro de los Evangelios junto a la imagen de Jesús o el hecho de arrodillarse en el Credo cuando se proclama el misterio de la Encarnación.
Otro elemento característico de esta misa es el grupo de niños –en esta ocasión de Italia, India, Costa de Marfil, México y Corea– que participan en la procesión y en la ofrenda floral al Niño colocado al final de la misa en el pesebre situado en la nave lateral de la basílica, más cerca del altar que en ocasiones anteriores por lo que el Papa llevó el Niño en su silla de ruedas.
Este grupo de diez niños tiene entre 5 y 7 años siendo los más pequeños Aidan y Christ Israel y los mayores Chiara, Tommaso y Seunghyun Raphael. También se colocó la figura de Jesús en el pesebre italiano de la Plaza de San Pedro durante el repique de campanas del Gloria. Las oraciones de los fieles se presentaron en chino, francés, árabe, portugués y vietnamita.
Durante la homilía, el Papa Francisco subrayó que el Dios encarnado en Jesús Niño “no usa la varita mágica, no es el dios comercial del ‘todo y ahora mismo’; no nos salva pulsando un botón, sino que se acerca para cambiar la realidad desde dentro; y, sin embargo, ¡qué arraigada está en nosotros la idea mundana de un dios alejado y controlador, rígido y poderoso, que ayuda a los suyos a imponerse sobre los demás! Pero no es así, Él ha nacido ‘para todos’, durante el censo de ‘toda la tierra’”.
“Este Dios “está más allá de todo cálculo humano y, sin embargo, se deja censar por nuestros cómputos; a Él, que revoluciona la historia habitándola; a Él, que nos respeta hasta el punto de permitirnos rechazarlo; a Él, que borra el pecado cargándolo sobre sí, que no quita el dolor, sino que lo transforma; que no elimina los problemas de nuestra vida, sino que da a nuestras vidas una esperanza más grande que los problemas», añadió.
“Dios desea tanto abrazar nuestra existencia que, siendo infinito, por nosotros se hace finito; siendo grande, se hace pequeño; siendo justo, vive nuestras injusticias”, profundizó y completó: “Este es el asombro de la Navidad: no una mezcla de afectos melosos y de consuelos mundanos, sino la inaudita ternura de Dios que salva el mundo encarnándose y que nos quiere sorprender desde la ternura del pesebre”.
(Fuente: AICA)