Estamos finalizando los primeros 207 años de independencia de Argentina, y con ello los primeros 7 días de un nuevo gobierno nacional y unos cuantos gobiernos provinciales que encontraron en las últimas elecciones a quien los conduzca por al menos 4 años más.
Así como en el estado nacional y las provincias que eligen sus autoridades y renuevan sus cámaras cada cuatro y dos años respectivamente, aún quedan partidos políticos que deciden dirimir sus conducciones mediante un esquema de representantes, de votantes o incluso de alguna forma de delegación. Esto, aunque sea vetusto, no deja de ser uno de los modelos más apropiados para construir y experimentar la democracia de manera interna, sin poner en riesgo a las personas que nada tienen que ver con la vida política.
Si bien en la actualidad hablar de partidos políticos suena anacrónico y algunos actores han descuidado la figura de estas estructuras, aún quedan algunos pocos que celebran esta construcción política, como es el caso de la Unión Cívica Radical.
La UCR, el pasado viernes resolvió, a través de un acuerdo entre delegados, designar a un nuevo presidente para los próximos dos años; pero antes de avanzar sobre esta designación repasemos la gestión del presidente saliente.
Gerardo Morales, quien hasta el viernes ocupó la presidencia, tuvo una primera etapa aceptable en la que trabajó intensamente en robustecer los comités de algunas provincias del país. Esto le brindó un aceptable nivel de acompañamiento que lo movilizó a proponerse como candidato presidencial del centenario partido. Como tal, navegó en la incapacidad de entender el movimiento que se gestaba en los bolsillos de los jóvenes, en la angustia de las madre y en la incertidumbre de un padre; acompañado de la soberbia centralista porteña que discutía el futuro del país dividiendo a sus dirigentes en “Halcones y Palomas”. Esta discusión ornitológica fue consolidando un fracaso electoral en la cual la dirigencia nacional del radicalismo y algunas provinciales de mediocre contenido político cerraron una nueva derrota.
Nuevas Autoridades
Las luchas que dieron origen al partido de Hipólito Yrigoyen y Leandro N. Alem junto, al sueño de Raúl Alfonsín que llevaron a recuperar la democracia, se ven desenfocados; podríamos decir que «La rebelión en la granja» se hizo realidad en el centenario partido. George Orwell en este libro nos cuenta sobre una granja donde los animales se rebelan contra sus opresores humanos. Establecen un sistema de gobierno propio, pero con el tiempo, los cerdos en el poder se corrompen y se convierten en tiranos, reflejando la corrupción del poder en la sociedad humana.
La designación del senador y ex vicepresidente de la UCR Martín Lousteau al frente del espacio político no siembra más que desolación y confusión entre los afiliados, puesto que es inexplicable que una persona que abonó la construcción de un movimiento político interno que funciona más como un partido dentro de otro, que a su vez colocó en disputa permanente a los bloques en el Congreso de la Nación, creando un propio bloque por fuera del de la UCR, en el cual votaron leyes a espaldas de la orgánica partidaria, incluso siendo estrictamente funcionales al Kirchnerismo. Son los mismos que impulsaron la debilidad partidaria licuando la candidatura presidencial en una fórmula sustentada completamente en el poder económico, dejando de lado los valores y principios. Esta creación originada para hacer negocios con la política, en un principio denominada Coordinadora Nacional, transformada posteriormente en Cantera Popular y hoy que ya peinan canas, rebautizadas en Evolución.
Quienes asumieron acompañar esta última rosca deberán recordar que la conducción saliente y al menos la presidencia actual depositaron el caudal político en la ambigüedad electoral, sugiriendo primero la abstención de conciencia al decidir no votar por un candidato u otro, y segundo militar activamente en contra de un candidato. Será quizás el modelo de gobierno que tendrá la nueva conducción en la cual los vínculos con el kirchenrismo ya no serán solo a través de Leopoldo Moreau, Ricardo Alfonsín o Maurice Closs, sino en la capciosa manera de entender la política del centralismo porteño que arrastra a las provincias que entienden a la política como una forma de cambiar la realidad y no de hacer negocios.
Aunque el futuro se vea incierto con la conducción de los responsables de la derrota y sus pupilos en las provincias, aquellos que buscan esperanza podrán seguir de cerca los exitosos modelos de ganar elecciones, pero también de gestionar con decencia, como lo son los gobiernos de Corrientes, Mendoza, Jujuy y las que se suman y serán tal vez un nuevo ejemplo y a lo mejor “del interior” como se dice en el centro del país, venga la respuesta para un nuevo acuerdo nacional.
Así como George Bernard Shaw dijo que la vida no se trata de encontrarse a uno mismo, sino de crearse a uno mismo, es justo pensar que es tiempo de dejar de mirar hacia adentro y comenzar a crear algo nuevo.