Volver a los 90 dejó de ser un anhelo para unos pocos y pasó a ser un hecho. Al menos así lo demuestra el regreso de algunos nombres ofertados para ocupar los ministerios y ello, su pasado.
Es común creer que lo que no sirve o no funciona debe ser borrado del mapa, aunque a veces esas valoraciones son sometidas a un análisis partidario y no republicano. Esta costumbre sirvió para que un mandato de cuatro años se escurra en un solo año de gestión, puesto que el resto de los años se discute si se quita lo hecho anteriormente o se lo deja. Debemos notar que a menos de una semana de finalizar las elecciones tuvieron lugar tres hechos particulares.
En primer lugar, el perdedor de las elecciones, Sergio Massa, quien en principio amenazaba con abandonar la cartera de Economía -según trascendidos de portales dedicados al área- habría recibido ofrecimientos laborales para trabajar en empresas vinculadas a los negocios y las economías, específicamente emergentes; no nos perdamos en la ironía de pensar que el que asesorara a estas empresas es quien instaló un cohete al dólar y lo hizo despegar a la luna.
En segundo lugar, los nombres en danza para ocupar las carteras ministeriales nos traen a la memoria los partidos de fútbol de la Argentina, los desopilantes programas de Videomatch, la convertibilidad, la reforma constitucional o el atentado a la AMIA. Los años 90 constituyeron una década compuesta por una estridencia singular que proponía sacar al país adelante. Los nombres que hoy se vinculan con los ministerios como Cúneo Libarona, Francos o Epstein, tuvieron participación en esa década de difícil comprensión para los argentinos, pero que sin dudas debieron administrar un país conectado al mundo, con vínculos reales y con la volatilidad post caída del gobierno soviético, primer ataque al World Trade Center y la reunificación de Alemania entre otras cosas. Las privatizaciones ocuparon una escena preponderante en esta década y las empresas del estado fueron vendidas en busca de financiamiento y “reducción del gasto” -quienes apoyaron estas decisiones gobernaron los últimos 20 años este país-.
En tercer lugar, la reaparición de la Liga de Los Gobernadores, quienes sin demorar un instante se presentaron ante la sociedad como una alternativa de gobierno de tipo parlamentaria y territorial. Es que el esquema Juntos por el Cambio finaliza el año con 10 distritos electorales con poder real, con capacidad de negociación y con dos piezas clave, en una construcción que deberá enfrentarse al populismo en sus provincias, pero también deberá acordar con el gobierno nacional con el fin de garantizar su gobernabilidad y la paz social. El dueto conformado por el gobernador Alfredo Cornejo de Mendoza y Gustavo Valdés de Corrientes puso primera el lunes siguiente a las elecciones generales y al finalizar la segunda vuelta convocaron a los demás jefes distritales que conforman JxC para decidir el futuro de su unidad y del país.
Someter la discusión al simplismo de los 90 nos hace suponer que la lluvia de privatizaciones no se hará esperar, sin embargo, las primeras declaraciones y el recurso de la memoria nos invita a tener confianza en que se está gestando un verdadero gobierno de unidad nacional, en el cual los gobernadores podrán trabajar en concordancia con sus necesidades provinciales con un presidente que buscará reformar un Estado que en materia laboral, económica y sanitaria tiene deudas pendientes. Las decisiones que signifiquen reformas o alteren el sentido de las empresas del Estado serán discutidas en un parlamento que cuenta con un mayoría que es de origen kirchenrista, en una época de aparente disolución ideológica.
En dos semanas comienza una nueva etapa en la historia de la Argentina, renovemos las energías, pongamos las esperanzas a disposición de la paz social y evitemos que los mensajeros de las desgracias susurren al oído.