Hace dos años, Lara estaba de vacaciones en Bariloche y un árbol cayó sobre el auto en el que paseaba. Cuando a sus hermanas los médicos les dijeron que iba a llevar meses en volver a hablar, le pusieron música de la cantante. De la recuperación asombrosa al recital en River.
La historia de Lara es una geografía ondulante, vertiginosa, extrema, de caminos en subida y bajada, de llantos y esperanza, de temores y coraje, de desolación y amores, de curvas zigzagueantes, como la mismísima Patagonia donde rozó la muerte y despertó a la vida con una canción de Taylor Swift.
El 23 de octubre de 2021, la entonces estudiante de odontología viajó desde su ciudad, La Plata, a Villa La Angostura en plan de vacaciones. La pandemia por coronavirus había empezado a despejar. Desde el 1º ya no era obligatorio el uso de tapabocas al aire libre. Un respiro después de tanto encierro. Pero al día siguiente un temporal de viento en el Sur enmarcó la tragedia. Las ráfagas alcanzaron los 150 km por hora, volaron techos y hasta un camión quedó desparramado en la ruta. Cayeron árboles, postes de luz. Bariloche se quedó sin luz y sin clases. Lara, casi sin vida.
“Viajamos con mi mamá, mis hermanas, mis primas, mi abuela, mis tías. Éramos nueve. Llegamos y al día siguiente salimos a pasear. Fuimos a Bariloche porque en Villa La Angostura parecía que iba a llover todo el día y había un viento re fuerte. Se hacía bastante difícil pasear. Bajamos del auto en algún mirador, estábamos un poquito, seguíamos y así”, dice Lara y va camino a contar la primera fatalidad, el primer volantazo de la tragedia.
“Al mediodía decidimos que ya nos volvíamos porque parecía que estaba muy complicado por el viento y arrancamos para Circuito Chico. Nos bajamos una última vez en un parador en el camino porque era muy lindo. En eso, yo me cambio de auto -hace una pausa, el instante que antecede al desastre-. Íbamos en dos. A los poquitos metros de arrancar, a baja velocidad, se cayó un árbol arriba del auto en el que veníamos y a partir de ahí ya ni me acuerdo”.
Su papá, Horacio, no estaba, pero relata el accidente con detalles de trauma. “El árbol se derrumbó justo donde estaba sentada ella en el asiento de atrás. Mucho tiempo después pude ver las fotos de cómo había quedado el auto. Destrozado. Me quería morir. Podría haber sido fatal”, dice angustiado.
“En el auto venían mi hermana Julieta al lado mío, atrás, y mi mamá de copiloto de mi prima que manejaba. Mi hermana me sacó del auto porque yo me desmayé. A la hora y pico recién nos llevaron a mi prima y a mí que éramos las que parecíamos estar más graves al hospital de Bariloche. Los médicos le dijeron a mi mamá que me tenían que operar de urgencia, de la cabeza”, cuenta Lara mientras viaja hacia el estadio de River para el show de la cantante que hace exactamente dos años la acompañó con su música de regreso a la vida.
Como las manos extendidas para que el bebé dé sus primeros pasos, las letras de Taylor Swift fueron para Lara el andador para volver a hablar. Un hada madrina. Otro misterio como el de las estampitas que muestran a Taylor Swift como una santa.
La mamá llamó desesperada al papá de Lara, que estaba en La Plata: “Me agarró un ataque. No sabía para dónde correr. Hago un bolso, plata, salgo disparado para Aeroparque. No había vuelos por los fuertes vientos. Me desesperé. Lloraba, gritaba. Qué le pasó a mi chiquita”. Lara es la más chica de tres hermanas. Julieta, la del medio. Camila, la más grande. “Mi exesposa estaba muy, muy angustiada y yo necesitaba salir urgentemente para allá. Pensé: ‘me voy en la camioneta… pero no… 24 horas manejando, por dios, necesito llegar’. No paraba de llorar”, cuenta.
“Al día siguiente logré tomar un vuelo. Ya la habían operado. La fui a ver de noche al hospital. Ella tenía Covid. Sus hermanas y su mamá, muy buena mamá, estaban aisladas en un departamento que habían alquilado a través de un enfermero o remisero, no recuerdo. Salgo después disparado para verlas. Lloraban, no comían, tenían la cara deformada de tanto llanto y dolor”, relata.
No fue solo la operación en la cabeza. Lara, entonces de 21 años, tenía un pulmón perforado, costillas rotas, un ojo desprendido. Un mes estuvo internada en el hospital Ramón Castillo. Y muchos, muchos días, casi dos semanas en coma. Una eternidad para la familia. “Había una médica que me daba esperanza, pero una noche me tocó una en el parte que me dijo que me prepare para lo peor y quedé en shock. No podía más. No podía verla con el ojo salido, la cabeza así, en coma”, cuenta Horacio que de entre tanta angustia sacó fuerza. En la tragedia, una contracurva, un volantazo a la esperanza.
“Yo había regresado a La Plata por un día porque tenía que resolver cuestiones urgentes del trabajo. Antes de volver a Bariloche, un conocido que se había enterado de todo nuestro drama, me dice ‘te presto mi departamento’. Yo que quería volver rápido le decía ‘no, no, no, te agradezco’, pero él insistió. Cuando llego voy a ver a Lara, me quería morir, la veía a través de un vidrio, seguía en coma, y después paso con un remis a ver a mis hijas. El chofer me espera para seguir viaje al departamento que me habían prestado y cuando le doy el papel con la dirección, me dice: ‘Es acá’. ‘No puede ser’, le digo yo. ‘Sí, sí, sí, es acá”, insiste él. Me habían prestado justo un departamento en el mismo edificio y el que estaba enfrente del de mis hijas. Puerta con puerta”, cuenta.
“Me agarré la cabeza: ‘Este es un mensaje del Barba. Estamos juntos como familia’, pensé. Me llenó de esperanza y de fuerza para alentar a mis hijas que no paraban de llorar”, dice Horacio.
“Entonces, Lara salió del coma y cada avance lo festejábamos como un gran logro porque nos decían que no sabían cuándo podía recuperar el habla, si iba a poder a tener una vida normal. Yo les decía a las chicas: ‘vamos arriba porque estaban todo el día encerradas. ‘Vamos a salir a caminar. Pisen fuerte’, les decía”, cuenta.
Tenía la razón de la fuerza. Horacio estaba en el Centro Cívico por unos trámites por la internación de IOMA y recibió el llamado de Julieta, la hija del medio: “¡Papá, papá. Lara mueve la boca. Está tarareando a Taylor Swift. Empezó a cantar bajito”. “Ahí fue cuando despertó del coma”, dice Horacio y cuenta: “Salí corriendo, quedé sin aire, con las subidas y bajadas de las calles de Bariloche. Llegué al hospital para abrazar a Lara”.
Así lo vivió ella: “Después de 16, 17 días en coma, me desperté, no me acuerdo bien los tiempos. El 9 de noviembre de 2021, me pasaron a cuidados intermedios y pude ver a mi familia, mis hermanas. Al día siguiente, el 10 de noviembre, ya estoy un poquito más despierta porque estaba bajo el efecto de todas las drogas que me estaban pasando. Mi familia no sabía qué secuelas iba a tener, decían que podía estar meses para recuperar el habla, para recuperar todo. Ese día, mis hermanas me pusieron canciones de Taylor. La primera fue Wildest Dreams. Ahí vieron que yo las intentaba cantar y que, como podía, que era muy poco, las cantaba todas, de principio a fin”.
Empezó una recuperación asombrosa. “La llevamos a todos los especialistas, horas y horas de rehabilitación. En diciembre rindió tres finales de Odontología. Íbamos viendo si quedaban secuelas o no. Un día casi me infarto: “Me dice: ‘Papá, yo quiero hacer el viaje que teníamos programado con las chicas en el Sur’. ¡¿Entendés?! Un viaje de mochilera por Bariloche, La Angostura, San Martín de los Andes. Los 7 Lagos ¡Me quería morir! Todavía no tenía la placa en la cabeza”, cuenta Horacio.
El sueño salvaje de Lara iba a cumplirse. “El médico nos dice: ‘Por supuesto, está divina. Que haga su vida, normal’. Yo creía que entraba en shock. Entonces, le digo a Lara que ya tenía planeado con mi pareja un viaje al Sur. Mi hija y sus amigas caían en un camping y yo llegaba atrás. Sin molestar, pero cerca. Ella me preguntaba ‘cómo nos encontraste’. Yo tenía la patente del auto que habían alquilado y el número de carpa. Ella ponía cara, pero las amigas estaban contentas porque yo caía con facturas o una vez les arranqué el auto que les fallaba”, dice Horacio.
Fue un viaje soñado. Verla en el mismo lugar donde ocurrió el accidente, en paz, recuperándose, fue un alivio”, dice Horacio.
El mismo amor, la misma tormenta. Una coincidencia en la que quizá no repararon los protagonistas de esta tragedia con bis feliz. El 10 de noviembre, el viernes del tormentón, Taylor Swift reprogramó el show por la lluvia torrencial. “Nunca pondría en peligro a mis fans”, dijo. Otro 10 de noviembre, hace dos años, Lara volvía a hablar, con las canciones de la chica de Tennessee.
(Fuente: TN)