Se acerca el final de año y las preguntas de rigor comienzan a circular: ¿Dónde pasás las fiestas?, ¿el pan dulce lleva o no frutas secas?, ¿comidas frías o calientes? Mientras estas preguntas se multiplican, la Argentina va por su último duelo electoral en el cual la incertidumbre y la bronca son los protagonistas.
Nietzsche[*] afirma que no hay hechos, solamente interpretaciones. El problema se suscita cuando las interpretaciones no cuentan con un factor fundamental en su análisis que es el contexto histórico y social. Es que desde el comienzo de la campaña nacional los votantes pasamos de la depresión y pensar en que todo tiempo pasado fue mejor a un estado de ansiedad permanente que no nos permite ver qué pasó, de dónde venimos o qué decisiones tomamos antes.
En ese venir e ir, nos atropelló una pandemia que nos reconfiguró el software que había instalado el kirchnerismo, tanto es así que ni ellos fueron capaces de prever las consecuencias de la candidatura de un Massa que no les caía bien, pero que nos le quedaba otra que decir que era “la solución”, aunque no supieran explicar la solución a qué. ¿Tal vez a las comodidades del Poder que supieron conseguir junto a las causas judiciales que se esmeraron en ocultar?
Entonces, me tomo el atrevimiento de resumir la incertidumbre y la bronca en un escenario definido entre la dicotomía del menos malo o la maldición del kirchnerismo. Si bien parece pretensioso comprender la composición del electorado de uno o de otro, lo que se ve más claro en el horizonte es que un modelo que venció hace 8 años, como lo es modelo santacruceño de “hacer” política, asume que si no va a ser parte de las decisiones del Poder será quien se encargue de destruir el Poder, en este caso el país, generando caos, envolviendo a la sociedad en una discusión de buenos y malos como si en este país los que alentamos al mismo Messi algunos fueran malos y otros fueran buenos.
Permítanme retirarme del juicio de valor de estos últimos y depositar mi fe en que no hay buenos y malos, simplemente hay perversos oportunistas y un modelo educativo que dejó de ser de vanguardia para que los malignos sometan sus designios a los desinformados.
Una inocente interpretación que satisfaga al autor de “El Anticristo” nos diría que tenemos una segunda vuelta que arrancó con el sueño de cambiar todo y ahora parece que nada va a cambiar. Es que resulta que mientras tengamos que decidir entre el menos malo estaremos definiendo el manejo de los problemas de otros –los que se suman a apoyar a unos y otros- y no el de cada uno de los argentinos.
Cuando vemos que la política se reordena de la manera que se buscó destruir o rediscutir nos vemos inmersos en la histeria colectiva del “los políticos son todos iguales”.
Ante tanta discusión y enfrentamiento entre oficialistas y anti oficialistas nos olvidamos de lo importante, que quizás se convierta en urgente luego de la asunción de autoridades el 10 de diciembre, dado que la argentina se enfrentará ante la urgencia de pagos exorbitantes a China, Qatar, FMI, y tantos otros acreedores que nos deja Massa y el kirchenrismo; más los niveles de desocupación y de pobreza que no dejan de crecer, las formas de financiar el Estado que llegaron al “crack” y la esperanza que se encuentra desplomada desde el momento en que la bronca se hizo dueña de la escena pública.
Independientemente del voto que se emita en la segunda vuelta, los escenarios posibles son la reconstrucción del país o la continuidad del fracaso. Es de buen argentino saber que alguna vez Albert Einstein dijo “no podemos pensar que algo cambie si seguimos haciendo lo mismo”. Cambiar entonces no se vincula exclusivamente a quién votemos, sino al interés por salir adelante; trazamos una línea y nos convencimos de que la culpa la tiene el otro, sometidos a un modelo instalado por Néstor y Cristina que lejos de discutir lo correcto de lo incorrecto nos llevó a discutir la bondad de las personas como si la moral en la función pública no fuera importante.
Quizás debamos retomar las palabras de George Orwell para saber que cuanto más se aleja la sociedad de la verdad, más odian a quien habla de ella. Aprovechemos la segunda vuelta y busquemos en esta oportunidad cosas en común con los que se paran del otro lado de la línea y empecemos a construir una salida que no sea Ezeiza sino un país donde quepamos todos y podamos discutir prioridades reales y que el resto del planeta nos pide hace más de 25 años.
Y en la mesa navideña…que haya pan y haya paz.
[*] Friedrich Wilhelm Nietzsche fue un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, cuya obra ha ejercido una profunda influencia en el pensamiento mundial contemporáneo y en la cultura occidental.