“Tras un nuevo proceso democrático, la Argentina resolvió quienes dirigirán los hilos de la patria por 4 años”. Sería este el título que todos quisiéramos haber leído en los medios de comunicación y redes sociales”. La democracia le dio la espalda al resultado definitivo y decidió someter la voluntad popular a un nuevo esfuerzo, económico, político e institucional; es que por apenas 3.5 puntos el candidato que obtuvo la mayoría de los votos no logro la mínima necesaria y su consecuente diferencia para alzarse con el título de nuevo presidente de la República Argentina.
Las distintas provincias comenzaron hoy el escrutinio definitivo, es el momento donde los números finales son cotejados por los fiscales minuciosamente seleccionados para encontrar los números que faltan en las posibles planillas mal confeccionadas y conseguir en ese poroteo una banca más en el cuerpo legislativo en disputa.
Indefectiblemente, la búsqueda de los números que faltan no serán suficientes para reducir el insoportable suceso de vivir una nueva campaña electoral que comenzó a las 21 hs del día domingo, tiempos en que se conocieron a los “vencedores” de la contienda, y con ello la (¿reconfiguración?) de los partidos políticos o más bien, de los frentes electorales.
Es que después de conocerse los guarismos, Sergio Massa y Javier Millei -cual planta de vid- comenzaron a trepar por las estructuras partidarias que confirman los frentes que fueron desafectados de la próxima contienda y pretenden conquistar el corazón débil de algunos dirigentes apasionados por los cargos y las dádivas del poder.
Sucede que estas delicias que emergen de la angurria de los perdedores traen consigo una fuerte controversia interna: la enriquecida democracia se encuentra con la empobrecida dirigencia ideológica de los frentes, en la cual los que detentaban aspiraciones a los cargos superiores creen estar autorizados para entregar la voluntad de sus votantes. Es aquí donde germina la incertidumbre y busca entender cómo es posible que habiendo transitado unas PASO y encontrándose con los resultados que indicaron que en política 1 + 1 no es dos, hoy creen que con una simple comunicación gestual el votante asistirá al llamado electoral con la voluntad de transferir el poder ciudadano a quien o lo denigró o lo manipuló.
El poder que surge del centralismo de este país y que es principalmente movilizado por el odio y por el voto “anti”, nos encontró enfrentados en el 2003 cuando algunos deseaban darle fin a un tercer mandato del menemismo, ignorando por completo que lo que vendría sería peor: corrupción, inflación descontrolada, enfrentamiento permanente, entre otras cosas. Hoy, esta dicotomía discursiva y electoral se vuelve a presentar ante los ojos de una generación estupefacta, primero por los resultados y segundo por el crecimiento descomunal de una fuerza impulsada por el desprecio a las instituciones y nutrida por la fábula de una bonanza económica; que al igual que populismo prendario en manos del oficialismo ofrece una continuidad a lo que a primera vista es una nueva estafa de aquellos que vinieron a cambiar menemismo por kirchnerismo.
Advirtiendo los riesgos de acompañar una posición u otra, los gobernadores electos y en funciones deben decidir si optan por construir un gobierno provincial con trascendencia nacional a través de sus legisladores o bien someten sus principios a la sumisión de la mejor oferta que de manos del oficialismo o del liberalismo pretenden conquistar su apoyo.
No serán tiempos de decisiones sencillas, menos aún para aquellos que deben conducir la vida de los partidos políticos; sin embargo, no podemos dejar de pensar que cada vez que los argentinos fuimos a las urnas con un proyecto anti, volvimos a nuestras casas con un vacío mayor y la certeza de que estararíamos peores; independientemente de quien nos gobierne. Pareciera que la única certeza real es la abstención, más aún cuando se sabe que se elige al menos malo, ya que esa receta una vez depositó a un corrupto en el sillón de Rivadavia y a un inexperto jefe de gobierno porteño a la frágil presidencia de Cambiemos.
No logramos conocer las propuestas electorales antes de las PASO, no pudimos conocer las propuestas antes de las Generales ¿cómo conoceremos las propuestas de los finalistas, más aun sabiendo que se negocia para bajarse de la contienda electoral, como ocurrió en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires?.