Su intención era revisar los movimientos financieros del Vaticano. Una monja encontró el cadáver de Juan Pablo I en el dormitorio papal durante la madrugada del 29 de septiembre de 1978, 33 días después de haber asumido el pontificado.
El cadáver de Juan Pablo I fue encontrado en su cama durante la madrugada del 29 de septiembre. Las fuentes oficiales de la Santa Sede informaron que había muerto mientras dormía, de un infarto de miocardio, y que había sido hallado por su secretario privado, John Magge, lo que era falso, porque una monja había descubierto el cuerpo sin vida.
Se anunció que no se practicaría autopsia: un hiato por el que entrarían numerosas teorías conspirativas, con y sin fundamento. El 30 de septiembre, unas 100 mil personas, que hicieron filas de horas, se despidieron de Juan Pablo I en la sala Clementina del palacio Apostólico.
Luego, los restos fueron trasladados hasta la Capilla Sixtina en un impactante cortejo fúnebre; el cuerpo, embalsamado, estuvo expuesto ante el altar de la Resurrección de la basílica hasta el 4 de octubre, cuando se celebró el funeral y se depositó el féretro en las grutas vaticanas.
Tiempo de grandes renovaciones
Los dos pontificados anteriores, el de Juan XXIII y el de Pablo VI, habían sido de cambios y renovaciones en la Iglesia, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II. En 1978, la muerte de Pablo VI tensó la puja entre sectores conservadores y progresistas.
Eran tiempos convulsionados en Italia. El 16 de marzo había sido secuestrado Aldo Moro, ex primer ministro y líder de la democracia cristiana, en un golpe comando de las Brigadas Rojas en el que fueron masacrados cinco custodios de Moro.
Las negociaciones entre el nuevo gobierno, liderado por Giulio Andreotti, y los terroristas, que ofrecían soltar a Moro a cambio de la liberación de camaradas encarcelados, no prosperaron. La tensión se mantuvo hasta que los brigadistas asesinaron a Moro.
Su cadáver apareció en el baúl de un Renault 4, el 9 de mayo. La convulsión incluía manejos políticos turbios y acciones ilegales de la guerrilla urbana, la mafia y los servicios de inteligencia.
La muerte de Juan Pablo I -hijo de un albañil socialista- ocurrió en un mundo dividido por la Guerra Fría, plagado de actos de espionaje y conspiraciones. “El hecho de que Juan Pablo I muriera al mes de haber sido elegido impresiona mucho.
Desde una perspectiva sobrenatural conduce a la reflexión. Si eres creyente, piensas en cómo Dios ha podido permitir que el vicario de Cristo muera. Pero desde otro punto de vista es imposible no pensar que esa muerte haya sido provocada por fuerzas oscuras. Y así todo conduce a inevitables especulaciones.
Es un periodo muy convulso de la historia de la Iglesia y del mundo”, escribió el autor español Juan Manuel de Prada.
Con información de Infobae.